Ediciones regionales 20 12 2020

Minsa dice que podría haber un millón y medio de dosis de vacunas Pfizer para el primer trimestre de 2021, o sea 700 mil personas que deben esperar 3 semanas entre la primera y segunda dosis y otros 14 días para estar plenamente inmunizado post-vacunación. O sea, ese pequeño grupo de vacunados recién estará inmunizado hacia mayo/junio. Los demás 24 millones de peruanos que deben vacunarse deben hacer cola para que lleguen por partes lotes insuficientes de vacunas en los meses siguientes. Ninguna proyección súper-optimista habla de vacunación plena para julio 2021. En todo caso si lo que falta se completa a partir de agosto, sumado el período post primera dosis de la vacuna, ya llegamos a fin de año 2021.

Siendo así, y estando alertados de esta realidad los padres de familia, profesores y alumnos, el Minedu debe prepararse para cinco cosas: 1) Asegurar que a más tardar en febrero le lleguen a todos los niños los kits de libros y cuadernos de trabajo en físico que necesitarán para el trabajo virtual y/o radiotelevisivo que será total o parcialmente su realidad común en el 2021. 2) Mejorar notablemente las estrategias para aumentar la cantidad y calidad de conectividad de todos los espacios geográficos del país. 3) Capacitar a profesores para adquirir mayor solvencia en el mundo digital, audiovisual, y las especificidades emocionales, sociales, pedagógicas y neurocientíficas del trabajo escolar remoto. 4). Permitir a los colegios definir, una vez establecidos los protocolos de sanidad y seguridad, qué población puede ser atendida presencialmente, por turnos reducidos y grupos pequeños, entre aquellos cuyas familias estén dispuestos a asistir a las clases presenciales. Nuevamente, en lugar de que el Minedu decida por todos, abrir el espacio para que cada uno decida. Después de todo, hay colegios que solo tienen primaria, otros solo secundaria, otros tienen ambos niveles, otros tienen también inicial, así como hay centros que solo tienen inicial. A su vez, las zonas de mayor o menor contagio son muy diversas y cambiantes en el año. 5) Dejar de torpedear a la educación privada y más bien convertirla en aliada para descongestionar las sobrepobladas coberturas estatales y mantener la opción de los padres a escoger el tipo de educación que prefieren para sus hijos, aún si eso implica pagar una pensión (aunque similar derecho deberían ir adquiriendo los usuarios de la educación pública, para lo cual la autonomía para innovar y proponer proyectos educativos adecuados a cada institución -con participación de padres, maestros y alumnos- serían una opción muy beneficiosa). Todo ello, sin jugar a violar las normas constitucionales, a diferencia de la gestión anterior.

Nada de esto será posible si el Minedu sigue atado a las convenciones, tradiciones, rigideces curriculares, evaluativas y normativas del pasado. Tampoco será posible si la mirada de lo que los colegios son capaces de hacer está mediada por los anteojos del pesimismo, sospecha y presunción de incapacidad de los colegios para hacer las cosas bien. Tampoco si el Minedu sigue pisando el freno en lugar del acelerador.

Este nuevo Minedu debe producir normas inusualmente sensatas, flexibles, elásticas, que fomenten la adaptación escolar a realidades muy diversas, concediendo más autonomía a las escuelas y promoviendo intensamente la innovación que pueda ser difundida y beneficiar a toda la comunidad.

No sé si estoy pidiendo peras al olmo y si toda la experiencia acumulada de educadores exitosos en el mundo pese algo en la consciencia del Minedu, pero si uno no compra el boleto, no se puede ganar la lotería. Ojalá esta gestión de Ricardo Cuenca, aprovechando la situación tan atípica de la pandemia que curiosamente favorece un replanteamiento disruptivo de la educación, tenga la sensatez y espíritu vanguardista que no han tenido las de sus antecesores. Éstos, han tenido buena intención, pero tan solo han logrado que el barco no se hunda, así sea dando vueltas en trompo sobre los mismos paradigmas ineficaces y obsoletos. La realidad de la escuela peruana es que hace décadas produce más estudiantes “fracasados” que “exitosos”, a juzgar por los indicadores en los que cree el Minedu, y que publica periódicamente. La educación peruana necesita a gritos la reacción a un golpe de karate para que la desgracia de la pandemia se convierta en la fuerza impulsora de la renovación educativa peruana.

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