Correo 28 08 2020 Diarios Regionales 30 08 2020

Andrés Manuel López Obrador (México), Donald Trump (EE.UU.), Jair Bolsonaro (Brasil), Navid Bukele (El Salvador), (en el Perú tuvimos anteriormente Alberto Fujimori, en Chile a Augusto Pinochet, en Ecuador a Rafael Correa, en Bolivia a Evo Morales), pese a las crisis, ineficiencia, corrupción, populismo, trato despectivo a los críticos y a la prensa, y en general, a sus posturas poco democráticas, mantienen índices de aprobación bastante altos al punto que varios han sido o podrían ser nuevamente reelegidos. ¿Qué razones pueden explicarlo?

Ya hemos visto en la historia con casos muy dramáticos como los de Hítler y Mussolini que en contextos de incertidumbre, crisis, pobreza y desesperanza, la población está dispuesta a dejar de lado sus aspiraciones democráticas y prefiere apelar a líderes carismáticos, fuertes, que les venden la ilusión de un futuro mejor, aunque nada lo avale en el análisis académico o científico de sus propuestas. Son líderes que trivializan el mundo, simplifican los problemas complejos con promesas y mentiras consoladoras. Ofrecen un discurso digerible, proponen soluciones mágicas y culpan de los males a enemigos identificables y visibles.

El hartazgo con una institucionalidad que no resuelve sus problemas los lleva a convertirse en sus incondicionales seguidores, así sea a costa de despedazar la democracia y así sea que estén a la vista los delitos que avalan. Son esos presidentes-padres que con sus certezas ofrecen la ilusión de protegernos de nuestros temores y angustias más infantiles, es lo que sostiene Diego Fonseca en su columna ¿Por qué son populares los chicos malos? (NYT, 21 08 2020)

En este caso, un mundo que ya cambiaba bastante rápido por el impacto de la globalización y las nuevas tecnologías se desestructuró aún más con la aparición de la pandemia, que evidenció la vulnerabilidades más primarias de la población, con una ciencia y tecnología que no ha sido capaz de controlarla. Solo queda creer en quien ofrece soluciones tranquilizadoras.

Y los intelectuales, analistas y editorialistas de los medios se limitan a estigmatizarlos y descalificarlos, señalar sus errores, criticar a la población por haber elegido mal, en lugar de intentar conectarse empáticamente con aquellos que están en su bando. En lugar de dialogar con sus seguidores los descalifican ampliando las distancias entre unos y otros. Y el día que estos gobiernos caen, llevándose consigo buena parte de lo avanzado para la construcción de la vida en democracia, sus seguidores se convierten en esa minoría radicalizada que mantiene la polarización del país, hasta las próximas elecciones.

No hay más remedio que aprender a convivir con aquellos de los que estamos separados, para lo cual los discursos de unificación son importantes, así lo saquen a uno de su zona de confort y obligan a dialogar aceptando roces.

La tarea educativa más estructural con los niños y jóvenes en los colegios, institutos y universidades consiste en educar para convivir democráticamente con la diversidad, y además ser capaces de analizar esas ofertas y evaluar su viabilidad científica o económica, con la expectativa de que su formación ciudadana les permita no ser presa fácil de los vendedores de ilusiones

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Referencia: NYT 21 08 2020 Opinión ¿Por qué son populares los chicos malos? Por Diego Fonseca

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