Ediciones regionales 26 07 2020

Ante el anuncio del cierre de la escuela, de un día para otro, en el contexto del miedo a los contagios por el coronavirus, la primera respuesta histérica de las autoridades fue la de exigir mantener la distancia, es decir cerrar las escuelas y migrar a la distancia, si mediar mayor capacitación. Los equipos docentes responsables se propusieron asegurar la continuidad del vínculo educativo de los niños con la escuela, procurando mantener sus valores pedagógicos.

En ese contexto, había que asegurar primero, la continuidad. Mantener vivo el sentido de una comunidad que comparte, celebra, colabora, aprende. A la par, pensar en el rol de la escuela no solo en su dimensión académica sino también como un espacio en el que se construye una sociedad, con sus valores y cultura sin descuidar los componentes emocionales y sociales de sus integrantes.

Esta escuela que tenía que lanzarse a crear condiciones para construir aprendizajes a distancia, cuidando que no se afecten los principios fundamentales que garantizan el bienestar de los protagonistas y las buenas relaciones entre ellos. No se trataba de migrar a una especie de homeschool en el que el papá o la mamá hacen de maestros particulares para que cada niño aprenda por su cuenta, sino de mantener las relaciones humanas en el centro de la propuesta educativa.

Reconocer que ahora cada hogar es el principal espacio de aprendizaje, que cada uno es distinto y cuenta con su propia composición, dinámica interna, recursos materiales y actores. Eso obligaba a diseñar actividades pertinentes al contexto de cada niño, en los ambientes de casa que le resulten apropiados, que le permitan explorar conceptos relevantes y estar acompañados de sus profesores para animarlos a conversar entre ellos, respetando los tiempos y silencios que permitan que todos puedan hablar y ser escuchados.

Esta es una ocasión para la reconstrucción de los significados de lo que es la escuela, el aprendizaje, la comunidad educativa. Pensar en cómo los niños coparticipan en la construcción de sus conocimientos acompañados por maestros apasionados e investigadores del aprendizaje de los alumnos. Revalorar a esos maestros cuyo rol principal es cuidar el bienestar de sus alumnos y crear las condiciones para trabajar de manera creativa y colaborativa entre colegas y con los alumnos.

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