Correo 08 05 2020 DL 1476 conduce a “saltar para atrás”

En momentos que la educación básica peruana está en condiciones similares a las de todos los países del mundo que han tenido que migrar hacia la educación virtual, por lo que sería una excelente oportunidad para dar saltos hacia adelante y así cerrar brechas, las normas ministeriales y en particular el desalentador DL 1476 anuncian varios pasos hacia atrás frente a países con más visión, debido a que propicia el debilitamiento de las instituciones educativas y el aumento de las brechas con los países con los que nuestros egresados habrán de competir

El contexto de crisis y de año pre electoral hacen que las demandas y soluciones efectistas del corto plazo ocupen todos los espacios, de modo que se baje la tensión social y a la vez se cuide la popularidad del gobernante y los opositores aspirantes a serlo en las elecciones a un año de distancia.

La población económicamente estresada por falta de ingresos quiere soluciones de corto plazo, inmediatas si es posible, que alivien su enorme carga. El gobernante quiere sentir diariamente que sus acciones políticas le reportan el aplauso popular, con miras a heredarle a sus alfiles un colchón ganador en las próximas elecciones. La oposición que quiere ocupar próximamente el espacio de gobierno disputará con el gobernante las acciones políticas, en forma de investigaciones, interpelaciones y leyes, que hagan que el escándalo juegue a su favor y ganarse algo de esa torta electoral que empatiza con los políticos que presentan la imagen de preocupados por la población angustiada. Agreguemos a eso que las medidas que tienen efecto negativo en el mediano plazo no las tendrá que administrar este gobierno y congreso sino el siguiente, de modo que ese efecto no entra en las consideraciones sobre las medidas a tomar. Solo necesita 9 meses de aire hasta las próximas elecciones y luego podrá culpar de cualquier deterioro al gobierno que le suceda.

En ese contexto, es difícil para las personas estresadas económicamente imaginar el efecto de sus decisiones actuales en el mediano y largo plazo, o inclusive el año siguiente a la suspensión de clases escolares por coronavirus. Por lo tanto, especular con escenarios futuros podría parecer un ejercicio intelectual ingenuo e inoportuno, y hasta políticamente incorrecto en términos de empatía con quienes sufren la angustia de la falta de ingresos. Sin embargo, quienes creemos que los ciudadanos responsables tenemos que mirar simultáneamente el corto y el lago plazo para que nuestras decisiones de hoy sean consistentes con nuestras visiones de largo plazo, tenemos que hacer ese esfuerzo intelectual.

De allí que desde esta columna me dirijo a quienes sí quieren tener a la vista esos escenarios del “año siguiente” previsibles. Por ahora, los que se han divulgado más son los que conciernen a la fuerte caída del PBI, la quiebra de centenas de empresas que han sido castigadas con la suspensión de operaciones con el consecuente incremento del desempleo, la parálisis de los independientes y dependientes del turismo, alimentación y servicios personales que trabajan saliendo a la calle y visitando empresas y domicilios, la acumulación de atenciones y operaciones médicas postergadas por incapacidad de los hospitales y clínicas de atender pacientes, el aumento del teletrabajo -lo que traslada a los hogares de los trabajadores estables y eventuales la carga de los costos de operación de las oficinas (luz, agua, gas, teléfono, internet, papelería) de empresas que podrán reducir sus instalaciones físicas y estacionamientos-, el notorio aumento de enfermedades mentales y daños emocionales de niños, jóvenes y adultos, etc.

En ese mismo tenor, hay que colocar la destrucción de buena parte de la infraestructura de los nidos privados con todo el bagaje de conocimientos y experiencias acumulados por sus maestros, el cierre de centenares de colegios privados y el debilitamiento financiero de los que sobrevivan, la escasez de lugares en la escuela pública para atender presencialmente a todos los que migraron a ella cuando la educación era virtual (y era cuestión de darles un código digital más que una carpeta y espacio físico en un colegio) que luego querrán regresar a una posiblemente inexistente o flácida educación privada, y el deterioro del nivel de vida de los maestros que tendrán que asumir un drástico descuento salarial y/o despidos, y aumento de alumnos por salón para atender las clases de los despedidos cuyas aulas se irán cerrando.

Se creará así un círculo vicioso perverso en el que los colegios para reducir costos y atender los requerimientos del ministerio de educación en particular del DL 1476 y la expectativa de los padres por reducir pensiones, aliviarán a algunos por uno o dos meses, hasta que se empiece a sentir el efecto de las medidas que los colegios tendrán que tomar para sostener su operación que incluye reducción de personal, caída en la motivación y “burnout” de los profesores por el natural desgaste que ocasionará su propia lucha por su supervivencia en contexto de sobrecarga y desvalorización.

Hemos escuchado de autoridades y expertos repetir hasta la saciedad que la infancia es la etapa de la vida más permeable a la estimulación intelectual, neurológica, social, y el cultivo de su resiliencia y estabilidad emocional con impactos duraderos para toda la vida. Hemos escuchado mil veces que la educación básica es un continuo acumulativo cuyos efectos se sienten y “cosechan” plenamente en el largo plazo, como es evidente en las falencias que tiene una parte importante de nuestra sociedad adulta que es tan disfuncional (como lo evidencia la respuesta errática a las invocaciones presidenciales frente al coronavirus y la desorganización gubernamental para mostrarse eficaz). Leemos evidencias reiteradas de que la educación peruana está a la zaga de los países con los que deben competir nuestros egresados y que la educación es un componente clave para nuestra competitividad. Sin embargo, en lugar de convertir esta crisis en una oportunidad para dar un salto educativo hacia adelante, en circunstancias que todo el mundo arranca más o menos de la misma situación en la educación virtual (por lo que las brechas en ella entre unos y otros países son pequeñas), lo que observamos es que el Perú dará un salto para atrás, con lo que el costo social para el “año siguiente” podría pasar factura continua para las décadas siguientes.

Creo que el gobierno tiene la oportunidad de convertir el freno en acelerador. En lugar de llenar el sector con normas restrictivas, sancionadoras y desalentadoras como los que exige el ministerio, las ugeles y el reciente desalentador DL 1476, las cuales transmiten desaliento y desconfianza en las instituciones educativas, podría ponerse en la mira el salto al futuro y más bien agilizar y alentar a todo aquél que puede innovar y acumular experiencias en la educación a distancia para que se concentre en eso y difunda sus iniciativas, producciones y logros para beneficio de todos. Hay posibilidades grandes en la educación pública y privada. Pero será difícil hacerlo si es que todo el tiempo se coloca el freno y si es que directores y profesores tienen que estar pendientes de cumplir extensos y engorrosos protocolos en lugar de dedicar toda su energía a sus quehaceres docentes con los alumnos.

Los que pagarán las consecuencias inmediatas son los estudiantes con el deterioro en la continuidad de sus aprendizajes, y en una escala mayor la sociedad peruana en general, que está hipotecando su futuro a una educación golpeada, debilitada, que incrementará las brechas entre los estudiantes mejor dotados que sobrevivan pese a todos los obstáculos y sus mayoritarios pares disminuidos por las circunstancias, y entre el Perú y los demás países con los que ha de competir.

Solo queda esperar que el gobierno revise su quehacer en este sector, y que revalorice el significado para el largo plazo que significa contar con normas que alienten a que la educación dé la mayor cantidad de pasos hacia adelante precisamente cuando los contextos desfavorables se convierten en igualadores con países que antes nos llevaban ventajas.

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Decreto Legislativo 1476