Con frecuencia, en situaciones de lo más diversas, aparece citado Martin Luther King con su famoso discurso “Yo tengo un sueño”. Es una frase que teniendo la identidad de origen ha adquirido vida propia porque aparece en diversos contextos sociales y literarios para aludir a una visión de futuro en la cual los problemas cruciales de un grupo humano o una nación se ven resueltos.

Lo que llama la atención es la ausencia de visiones de este tipo por parte de nuestros políticos y líderes sociales, universitarios, académicos, empresariales, profesionales, que parecen vivir en el corto plazo atrapados por algunos indicadores de carencias coyunturales y un estado de depresión continua frente a las posibilidades de vivir en un Perú diferente, más satisfactorio para todos.

Quién sabe falta ejercitar un poco más esta mirada al futuro deseado y comunicarla de manera más frecuente, para que se convierta en una forma común de organizar nuestros problemas y en particular los posibles escenarios con sus soluciones.

En mi caso, el sueño que comparo es colocar al Perú como un referente mundial de la innovación educativa. No solo porque iniciativas que conozco de cerca como la del Colegio Áleph o la red Innova Schools tienen todo el potencial para lograrlo, sino porque luego de haber visto tantos de los mundialmente reconocidos sistemas educativos y colegios, he alimentado mi convicción de que de conocernos, ellos aprenderían tanto de nosotros como nosotros de ellos.

Necesitamos un sueño en el que podemos encontrarnos juntos todos los peruanos, dejar de ser una sociedad fracturada y discriminadora para reconocer la fortaleza que anida en nuestra diversidad. Somos una sociedad “incívica”, deshonesta y corrupta pero que aspira a un gobierno ético y funcional. Somos creativos pero nos limita el carácter trasgresor, informal, indisciplinado, por lo que necesitamos imaginar una sociedad segura para la convivencia armónica que respete el estado de derecho funcional. Si eso no se convierte en un sueño nacional, no estará en la cabeza de las prioridades y decisiones gubernamentales.

Podemos partir reconociendo que el Perú tiene diversos campos de actividad que se podrían integrar y frasear para convertirlas en visiones de orgullo nacional. Por ejemplo el Perú puede verse a sí mismo y hacerse conocido como el líder verde del planeta y granero de la biodiversidad. El Perú puede hacerse notable por su gastronomía, que integra valores como la identidad, orgullo, diversidad, hospitalidad, reconocimiento internacional, biodiversidad (riquezas naturales). El Perú puede ser un excepcional destino turístico, que integra las fortalezas históricas, arqueológicas, geográficas junto con la hospitalidad y cordialidad. El Perú puede ser uno de esos paraísos de la creatividad aplicada a las riquezas naturales y la biodiversidad, que pueden potenciarse creativamente promoviendo la investigación, Ciencia, Tecnología y desarrollo de patentes en estos campos.

Podemos plantearnos metas ambiciosas en los más diversos campos que hagan que nuestros sueños tengan una visión orientadora de lo logrado y lo pendiente. Por ejemplo, que somos campeones mundiales de voleibol o ajedrez; que tenemos la mejor universidad del mundo en nuestra selva en la que se investiga la biodiversidad y desde la cual se hace turismo científico ecológico; que traemos un millón de turistas chinos al año; que somos un país al que las empresas informáticas y de productos sofisticados vienen a buscar para sus inversiones porque saben que aquí tienen la mejor mano de obra calificada disponible y a buen precio; que el Perú tiene el mejor instituto tecnológico en el mundo para orfebrería de oro y plata; etc. Todo eso es posible de realizarse, si apostamos por la educación que produce el andamiaje para esos logros.

Quién sabe si nuestros gobernantes, intelectuales, partidos políticos, líderes gremiales, instituciones de la sociedad civil lograran formular una visión de este tipo, los peruanos podríamos empezar en articularnos eficazmente en torno a las metas que supondría esa visión. Eso serviría como gran norte organizador para que el Ejecutivo, Legislativo, el mundo empresarial, el mundo educacional, etc. inviertan sus mayores esfuerzos para remar en la misma dirección hasta alcanzar las metas.

A su vez, les daría a los peruanos la sensación de ser parte de un gran proyecto nacional, fuente de motivación, y al llegar a la meta, sin duda, tendríamos un manantial de autoestima positiva que nos fortalecería para las siguientes metas, cada vez más ambiciosas.

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