Ha llamado la atención de algunos televidentes de “Domingo al Día” (América TV) un informe sobre un alumno de 4to de secundaria del colegio Dora Mayer del Callao, que le arrebata su cartera a una profesora, amenaza con arrojarle por la ventana su celular, en escena que fue grabada por una compañera de clase con su celular (no autorizado), video que se filtró luego al medio televisivo.

Los comunicadores en los medios por supuesto quieren recetas inmediatas que digan cómo se hace para que estas cosas no ocurran en los colegios y buscan en los especialistas las fórmulas mágicas que permiten apretar un botón y tener instalada la auto-regulación de los alumnos. Sin conocer mucho del contexto y características de cada actor, se pretende hacer recomendaciones a padres, maestros, alumnos, Minedu, etc. todo lo cual sabemos que caerá en saco roto hasta el próximo video, mientras ocurren cosas similares todos los días en cientos de colegios.

Mientras veía los comentarios a este video pensé en una situación equivalente en el mundo adulto, que es la de Tía María. Allí tenemos un audio grabado sin autorización y sacado luego al público que motiva un escándalo mayúsculo. Manifestantes que sin límites ni respeto a las normas y a la autoridad policial encargada de velar por su cumplimiento toman carreteas, impiden el libre tránsito de las personas, perturban el orden público, sin que la autoridad haga valer su rol social. Una fiscalía ausente, temerosa de actuar. En suma, indisciplina y caos, que se repite luego en diversos otros espacios. Ese es el contexto en el que ocurren cosas como en el colegio Dora Mayer y cientos de otros pero que no son visibles en este reportaje.

Una vez más, se espera ilusamente que los colegios resuelvan aquellas cosas que el mundo adulto es incapaz de resolver. Por si fuera poco, no les dan las herramientas de gestión que permitan encarar con algún éxito estos desbordes. Amparados en el correcto concepto del “derecho superior del niño” se ha distorsionado el sentido de la convivencia disciplinada en la escuela. Se han desarrollado una cantidad de normas, reglamentos, intervenciones de la defensoría, Indecopi, poder judicial entre otros, tan asimétricas, al punto que los directores y profesores están quedando imposibilitados de evaluar autónomamente cada contexto y resolver cuál es la mejor opción para abordar cada caso específico. Se asume que la normatividad ministerial y los protocolos uniformes para todo el mundo resolverán por igual cualquier caso de conflictividad escolar que pudiera presentarse. Pensar así, sin considerar las capacidades profesionales de profesores y psicólogos escolares capaces de tomar decisiones ad-hoc es lo que ata las manos de los profesores y abre el espacio para la impunidad ante cualquier agresión hacia los profesores o trasgresión al clima de convivencia armoniosa en el aula.

Una vez más, normas dadas pensando en que los directores y profesores son incompetentes a los que hay que darles las fórmulas y prescripciones vía protocolos universales para asegurar que actúen bien, lo único que hacen es abrir más y más espacios al desorden y desatención de los problemas de los niños y adolescentes.

Si no confían en los directores y profesores, cierren los colegios, pero no jueguen a que el colegio es la institución educativa que se ofrece para colaborar en la educación de los niños y jóvenes a cargo de profesionales de la educación, pero a su vez, no se confía en ella para que su equipo docente resuelva de qué manera tratar cada caso específico que se les presenta.

Personalmente, no veo otra opción que no pase por tener una normatividad sensata genérica que pueda ser aplicada de manera autónoma en cada institución educativa, sin que medie todo el tiempo la amenaza de sanción al colegio por no seguir los reglamentos o protocolos homogéneos establecidos para todos por igual, como si todas las situaciones de indisciplina escolar fueran todas idénticas. Si algún colegio resulta incapaz de resolver estas cosas, quedan las instancias siguientes de la UGEL para intervenir. Pero las normas no pueden ser paralizantes, porque en ese caso, siempre los trasgresores tendrán todas las de ganar para lograr sus propósitos (así eso los dañe sen su formación personal).

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