¿Quién tiene la razón al apoyar o reprobar el adelanto de las elecciones?

Toda predicción del futuro es ilusa, wishful thinking, porque el futuro no es una proyección lineal del pasado; no está escrito, lo escribimos con nuestros actos presentes. Por eso todas las opiniones respecto a lo que pasaría en el futuro si se adelantan o no las elecciones dan resultados impredecibles, como evidenciaron las predicciones de (casi) todos los futurólogos de todas las disciplinas en el pasado.

Entonces, ¿qué utilidad tiene intentar predecirlo? Fundamentalmente, para construirlo en la dirección deseada. Para ello, hay los que imaginan el futuro como un pasado mejorado y otros como una realidad disruptiva respecto al pasado.

En el caso concreto del adelanto de elecciones, hay los que piensan que una nueva alternancia «a la fuerza» recompondrá el escenario político de mañana, (una ilusión que no se condice con nuestra historia pero sí con la ilusión de que «esta vez sí ocurrirá») y habemos los que pensamos que si esta vez no resolvemos esto sin romper las reglas, tenemos la posibilidad de aprender a convivir en democracia -aunque a trompicones- lo que será muy positivo y relevante para el largo plazo.

Nunca sabremos quién tiene razón, porque al optar por un escenario se anula el otro. Entonces se trata de un ejercicio para poner en juego nuestras convicciones éticas y cívicas, y nuestras fuerzas constructoras del futuro imaginado.

Para mi la segunda opción de mantener nuestro calendario electoral es más prometedora, pero nunca sabremos. De eso se trata la vida: elegir una opción, y apostar por ella, procurando contribuir a construirla y conseguirla.

Queda entonces desear que sea esa evaluación cívica la que mueva las posturas ciudadanas, y no las encuestas que fotografían emociones de momento o los cargamontones de posturas en medios y redes que alinean voluntades pero que finalmente, al día siguiente, no le rinden cuentas a nadie.

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