APRENDER DE IRLANDA León Trahtemberg Cuando se menciona al Perú en los diversos rincones del mundo las asociaciones de los interlocutores oscilan entre preguntar adónde queda y recordar una visita turística a Machu Picchu (junto con el robo sufrido de un pasaporte o cámara fotográfica); eventualmente evocará la rica gastronomía peruana. Los hombres de negocios quizá sepan que el Perú vende commodities, especialmente minerales y harina de pescado. Los expertos en arte y humanidades quizá hayan escuchado hablar de Juan Diego Flores y Mario Vargas Llosa. Los tablistas internacionales quizá sobre Sofía Mulanovich. A razón de un millón de turistas al año llevaría cientos de años que todo el planeta pueda decir que conoció el Perú. Ningún científico o inventor de nota y ningún nombre de empresa multinacional de nota son evocados ni siquiera por los propios peruanos. Somos una isla desconocida con uno que otro chispazo de fama. Irlanda hasta hace poco era conocida solamente por ser los primos pobres de los ingleses, por las glorias de las artes y letras como James Joyce, Oscar Wilde, Samuel Beckett, George Bernard Shaw, Francis Bacon, el conjunto de danza Riverdance, Enya, la banda U2 y Bono. Nada destacable en el campo de la ciencia y tecnología. Un país pobre, escenario de violencia política por las tensiones entre el norte y el sur (divididos desde 1921 por el tratado anglo irlandés), ubicado en la periferia europea. Guardando las diferencias específicas, es el antecedente de tantos países similares que hay en el mundo denominado subdesarrollado. Por lo tanto, llama poderosamente que esta Irlanda, que ha sido hasta hace 15 años uno de los países europeos más pobres, haya dado un salto gigantesco hacia la riqueza. Podemos aprender mucho de lo que han hecho las potencias emergentes en el mundo. Por eso es que resumo y reseño en este artículo los datos y argumentos que Andrés Oppenheimer presenta en el capítulo 3 de su magnífico libro «Cuentos Chinos», edición 2005. Dice que Irlanda ha triplicado su PBI per cápita a unos 32,000 dólares anuales (el cuarto más alto del mundo), dejando de ser un país agrícola empobrecido para pasar a ser una potencia de tecnología de punta. ¿Cuál fue la clave del éxito de este milagro irlandés? Haber tenido la visión e invertir consistentemente para convertirse en uno de los grandes centros tecnológicos y de la industria farmacéutica mundial. Se convirtió en la plataforma para la exportación a la Unión Europea, África y Asia de 1,100 empresas multinacionales, incluyendo las principales de la industria informática y farmacéutica que exportan 60,000 millones de dólares al año. Exporta un tercio de todas las computadoras que se venden en Europa y ya es el mayor exportador de software del mundo. ¿Cómo lo logró? Combinando la ayuda económica de la comunidad europea de 15,000 millones de dólares, con un acuerdo social entre empleadores y trabajadores para apostar por la apertura económica (ya que Irlanda con 3.9 millones de habitantes tiene un mercado interno demasiado chico como para sobrevivir protegiendo la industria nacional). Se convirtió en un país muy amigable («un paraíso») para la inversión extranjera. Eso incluyó la reducción de trabas para crear nuevas empresas, la desregulación de la industria de las telecomunicaciones, blanqueo de capitales, recorte de impuestos individuales y corporativos, mantenimiento de políticas de gobierno estables en el tiempo y además una fuerte inversión continua en la educación. Como tenían en mente atraer a las multinacionales de la computación, calificaron a su mano de obra estimulando las carreras universitarias de ciencias y tecnología, creando dos universidades específicamente para ese fin, con fuerte apoyo económico del estado, que invertía en la investigación universitaria de productos con posibilidades comerciales. Con apoyo de las embajadas en el mundo crearon una red de irlandeses radicados en el exterior (hay al menos 30 millones en EE.UU.), identificando a los empresarios, ejecutivos y profesionales mejor colocados para atraer su interés en invertir en la madre patria Irlanda donde además todos hablan el inglés que es el idioma internacional de los negocios. Oppenheimer cierra el capítulo 3 de su libro diciendo «Si Irlanda, hasta hace poco un país agrícola pobre, conocido apenas por su afición a la cerveza, sus poetas y músicos, la impuntualidad de su gente, su falta de apego a las leyes y la violencia política, pudo convertirse en una potencia económica en solo doce años, no hay razones biológicas por las cuales los países de América Latina no puedan copiar varias de sus recetas y convertirse en éxitos económicos parecidos». Si leemos e interpretamos bien, sin duda algo podemos aprender de Irlanda.