Correo 18 05 2018

Los discursos de los ministros de educación cuando inician su gestión (anunciando la continuidad con lo que hacía el antecesor) y el de los ex ministros luego de dejar del cargo (lamentando la discontinuidad o disminución de atención a ciertos temas centrales) son recurrentes y predecibles. Ha ocurrido con Idel Vexler, Marilú Martens, Jaime Saavedra, Patricia Salas, José Antonio Chang, (y/o sus viceministros), etc.

Podemos anticipar lo que dirá también quien sea el ministro en del 2021, (Daniel Alfaro u otro) porque no se avizoran disrupciones importantes (cosa que no ocurre en el Perú desde hace unos 50 años). De allí la predicción de que las diferencias entre unos y otros serán sólo cosméticas.

El ministro que se despedirá en el 2021 dirá que se mejoraron los aprendizajes en comprensión lectora y matemática en A% e B%, especialmente en zonas rurales; se dotó de internet a C cientos de colegios; se fortaleció la carrera pública magisterial nombrando D miles de profesores mejorando sus remuneraciones en E%; se elevó el gasto por alumno en F%; se modificó el currículo para impulsar la igualdad de género y luchar contra el bullying; se cerró la brecha de infraestructura con H miles de colegios renovados (muy poco ante la inalcanzable meta de 100,000 millones de soles a la que suele aludirse).

¿Algo nuevo? Más de lo mismo, porque la visión que domina al Minedu es la del libreto heredado de la época de Odría (1950), pensando que su labor es agregar alguito a lo que viene de atrás, en vez de mirar el futuro y reformar el diseño y quehacer ministerial desde allí, para así dar el gran salto educativo sin complejos frente a la OECD que haga viable a nuestro país. Mientras no haya una convicción en el Minedu de que el futuro no puede ser concebido como una prolongación lineal del pasado, y que la misión del Minedu no consista en parchar lo que fueron los problemas en el pasado -desconociendo los retos y posibilidades del presente y futuro-, tendremos pocas novedades en el sector.

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