El gobierno dice “hemos avanzado”. Hemos evaluado por segunda vez a los alumnos de 2do grado, hemos capacitado a 36.500 profesores con 220 horas de actualización en 26 universidades estatales en diversas ciudades del país, hemos alfabetizado a cientos de miles de analfabetos, prontamente estaremos repartiendo 44,000 laptops para niños rurales pobres, estamos convocando a concurso para 25,000 plazas docentes, estamos municipalizando la educación. Los analistas independientes decimos que la educación está en emergencia hace años y “no pasa nada”. Si la educación fuera el cuerpo de un transeúnte accidentado arrojado en la pista, hace tiempo se habría convertido en cadáver sin que nadie siquiera le hubiera echado una mirada a sus signos vitales. ¿Qué tipo de emergencia es esta que no conmueve a nadie ni moviliza a los gobernantes a tomar medidas de emergencia? Veamos qué pasaría con las medidas que está tomando el gobierno en el mejor caso. Aún si se lograra alfabetizar a todos los analfabetos de inmediato, ¿en qué mejora eso la calidad de la educación de los 7 millones de escolares? No son esos alfabetizados los que en el corto plazo van a convertirse en académicos y profesionales que van a crear la ciencia y tecnología que el Perú necesita para competir de igual a igual con el primer mundo. Aún si se hiciera una evaluación correcta de los alumnos de segundo grado (hay quienes sospechan que en las pruebas de alumnos y profesores capacitados se baja el grado de dificultad exigido para poder exhibir efectos positivos) ¿en qué mejora eso los logros de aprendizaje de los alumnos de 3er grado que el año pasado cuando estuvieron en 2do grado salieron tan mal en las pruebas? ¿Y qué decir de todo el resto de los escolares de 4to grado hasta la secundaria? Suponiendo que la capacitación de 36,500 profesores haya sido sobresaliente ¿algún profesor puede cambiar su débil formación básica y su discutible estilo docente en 220 horas? Más aún, ¿qué pasa con los 250,000 profesores restantes no capacitados que seguirán enseñando como siempre lo han hecho por varios años más?. Y si hablamos de las mayores exigencias establecidas para el ingreso de postulantes a los Institutos Pedagógicos que formarán a los profesores que egresarán dentro de 5 o más años ¿en qué mejora eso la calidad de los 300,000 profesores ya nombrados que se quedarán hasta cesar en su centros de trabajo? ¿Y de los 50,000 que enseñan en centros educativos privados? Aún si siguiéramos la lógica del mejoramiento paulatino y acumulativo de la calidad de la educación con todas esas medidas y aceptáramos en un esfuerzo de optimismo (que ni los funcionarios del ministerio tienen) que todo eso será impecable ¿cuántas décadas hay que esperar para que el Perú deje de estar entre los coleros de la educación mundial? Bajo el clisé de que en educación los procesos toman 15 ó 20 años en madurar se ha perdido la noción de urgencia para hacer cosas que en 2 o 3 años empiecen a rendir frutos y muestren saltos significativos en la calidad de la educación. Hagamos algo de ficción. Si de los 50,000 académicos y catedráticos universitarios peruanos lográramos convocar a los 500 investigadores científicos y tecnológicos más notables que tienen proyectos de investigación de punta de gran valor comercial en ciernes, (podríamos traer algunos del extranjero también), y los congregáramos en un centro de altos estudios científicos alimentado por un fondo concursable de 500 millones de dólares ¿no tendríamos en el corto plazo productos y patentes que una vez colocados en el mercado permitirían una recuperación de lo invertido a la vez que se eleva el estándar de los científicos peruanos por el efecto del chorreo científico que ocurriría hacia todas las universidades peruanas? El gobierno debería ser más creativo y ambicioso en sus metas, fórmulas para dar saltos y financiamiento, más allá de repartir computadoras y creer en sus impactos mágicos. Debería instalar una especie de radar de innovaciones que demostraron ser efectivas en el corto plazo (tanto nacionales como internacionales) y un magneto cazatalentos para hacer propuestas audaces e innovadoras que puedan ponerse al servicio del despegue educativo. Esto, que es aplicable a gran escala a nivel nacional, también puede ser un reto para gobernantes regionales visionarios y emprendedores que quieran hacer de la educación un reto para las fuerzas más talentosas de su región. Solo así llegaremos al 2010 con crecientes niveles de competitividad, capaces de sacar provecho a los TLCs y tantos otros instrumentos comerciales del mundo globalizado. De lo que no tengo dudas es que haciendo más de lo mismo, seguiremos en más de lo mismo: en la cola.