Correo 07 02 2014

¿Para qué sirve una ensalada de frutas? Aparentemente solo para alimentarse. Pero pensemos un poco en niños que tocan y huelen cada fruta, reconocen su color, textura y olor; comparan unas con otras para entender similitudes y diferencias; analizan su nivel de dulzura o acidez explorando por las razones de c/u; las pesan, pelan, cortan, en formas de cubos, prismas, cilindros, arcos; las dividen en dos, tres, cuatro; arman una receta; multiplican la receta para preparar una ensalada que alcance para 5 personas; hacen jugos con cada fruta y miden los volúmenes producidos; etc. Imaginan una máquina capaz de hacer jugos…

Visto así, la cocina es un laboratorio escolar más y así es en los cinco nidos de La Casa Amarilla y el Colegio Áleph. La cocina es un espacio en el que se experimenta con sabores, aromas, vapores, formas, texturas, colores. Los niños estudian las cualidades sensoriales de los alimentos y juegan con las evocaciones que éstas provocan. Junto con ello es un espacio para la experimentación de las matemáticas, física, química, ecología y la creación de nuevas recetas. También es un espacio para vivir experiencias científicas alrededor de la comida como medir, pesar, calcular, pelar, amasar, exprimir, probar, cocinar, y vivir experiencias sociales como poner la mesa para todos, comer juntos, limpiar y asumir responsabilidades para beneficio de todos.

En suma, la cocina puede constituirse en el hogar y la escuela en un excelente espacio de aprendizajes.

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“La matemática escolar actual está muy alejada de la realidad de los alumnos, de sus prácticas sociales, no le reconocen una aplicación inmediata”, asegura Cecilia R. Crespo. “Hay que enseñar a los estudiantes procesos matemáticos, como aprender a argumentar, justificar, a usar propiedades de los objetos matemáticos, a proponer hipótesis y a ponerlas a prueba, a analizar información y a hacer inferencias”,
Jo Boaler, profesora de matemática de la Universidad de Stanford, sostiene que la actual enseñanza de esta rama tiene mucho de procedimientos y cálculos, pero muy poco de entendimiento.
Por ello, la investigadora tiene en la mira a dos de los grandes culpables de nuestros problemas actuales (y de nuestros tormentos pasados): los exámenes y las tareas.
«Queremos que la cultura gastronómica sea una asignatura importante, como la Historia». «Detrás de una receta como la del gazpacho hay una aplicación real de las matemáticas, de la historia, de la biología, de la naturaleza, de la nutrición…. Ni es magia ni es invención». Según el presidente de la Fundación Prenauta, con esta materia «los niños aprenden a manejar proporciones con los ingredientes, a saber que el tomate lo trajo Colón a Europa desde América, a conocer la composición del aceite de oliva, cómo se cultiva un pimiento o cómo de importantes son los alimentos en su disposición en la pirámide nutricional».