Después de muchos años de conocer el mundo de la educación privada peruana he llegado a la conclusión de que hay una marcada diferencia entre los colegios que “piensan en grande” y para ello invierten en hacer alianzas con instituciones líderes en el mundo para desarrollar propuestas innovadoras, capacitaciones y consultorías nacionales e internacionales, viajes de estudio de los docentes, etc. y aquellas instituciones que piensan principalmente en “ahorrar” en las partidas vinculadas al desarrollo institucional y docente (si es que las tienen).

He visto de cerca en varios países y en particular en el Perú cómo se han ido despuntando instituciones que apuestan por reciclarse permanentemente y estar en la vanguardia, como por ejemplo el colegio Talentos de Trujillo, los 19 Innova School, el Tecsup, los 5 nidos La Casa Amarilla (y en esa línea de trabajo arranca el Colegio Áleph del que soy copromotor). Todos ellos tienen fuertes programas de consultorías con expertos e instituciones de prestigio internacional. A la par he visto también cómo se han ido quedado estancadas instituciones escolares que alguna vez tuvieron mucho prestigio pero que por tratar de seguir haciendo siempre lo que alguna vez funcionó bien, y por tener una larga lista de espera de postulantes, se han ido estancando y han dejado de reinventarse continuamente y actualizar sus propuestas educativas.

Varias de ellas por el peso que produce el propio prestigio (resistente al cambio) y otras por empeñarse principalmente en ahorrar gastos y maximizar rentabilidad, así eso signifique el deterioro del recurso humano (por desactualización o falta de incentivos salariales) que es el que le da vida y potencia a la institución.

Cuando hoy en día me consultan por el valor de una institución educativa, les sugiero que investiguen sobre el programa de formación y desarrollo profesional del equipo docente y las frases comunes usadas frecuentemente frente a las iniciativas de innovación o perfeccionamiento. Si lo que escuchan es expresiones como “veamos cómo lo hacemos” es un buen síntoma. Si lo que escuchan es “para eso no hay presupuesto” o “no se puede porque no hay plata”, es un mal síntoma.

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