EL PODER DE LAS UNIVERSIDADES Y LA EDUCACIÓN ESCOLAR

Cuando se habla de reformar la educación, la mayoría focaliza su atención en lo que el Congreso, a través de una ley, o el Ministerio de Educación, a través de sus normas, pudieran hacer respecto a la educación escolar. Sin embargo, de facto, quien más influye en el currículo escolar y el estilo pedagógico de los profesores es la universidad, a través de los requisitos que plantea para el examen de ingreso. Debido a ello, hoy en día los colegios han introducido a su plan de estudios los cursos de aptitud verbal y numérica, el formato de las pruebas de selección múltiple, el énfasis en redacción de ensayos, el uso de enunciados para respuestas rápidas y cortas, los ejercicios de comprensión lectora, la preferencia por matemáticas y lenguaje en desmedro del arte y las ciencias sociales, el buen desempeño en las entrevistas, etc. Conscientes de este poder transformador de la escuela que tienen los exámenes de ingreso, ¿qué pasaría si las universidades más prestigiadas se pusieran de acuerdo para exigir nuevos saberes y habilidades para aprobar el examen de ingreso de los estudiantes que egresan de secundaria? Por ejemplo, ¿qué pasaría si las universidades exigieran a los postulantes como requisito haber cumplido 100 horas de trabajo social debidamente acreditadas en los últimos dos años? ¿Y otras 100 horas de prácticas laborales? Otro ejemplo. Supongamos que el examen de ingreso siguiera el formato siguiente: se arman grupos de 8 postulantes al azar, que no se conocen entre sí, y se les da una tarea para cumplir grupalmente en 10 horas en la biblioteca, teniendo acceso a libros, computadoras, Internet, etc. Se les plantea como problema «proponer una solución para que todos los peruanos tengan acceso al agua potable» o «proponer una solución para aumentar en 20% la fluidez del transporte en Lima», etc. En todos los casos, incorporar a sus propuestas consideraciones vinculadas a los derechos humanos y la conservación del medio ambiente. Ante estas demandas, los postulantes tendrían que organizar su grupo, repartir tareas, trabajar en equipo, investigar, concentrar la información relevante, discutir y concertar la solución que consideren óptima, redactar una propuesta con su resumen ejecutivo, gráficos y anexos, etc. Consumirían su refrigerio mientras hacen su trabajo. Los supervisores de la evaluación observarían la capacidad de trabajar en equipo, los liderazgos, el aporte de cada integrante del grupo a la investigación, discusión y redacción, etc. Entregado el trabajo al cabo de 10 horas de labor, se evaluaría su calidad. Les garantizo que de un año para el otro los colegios empezarían a formar a sus alumnos para que sean capaces de trabajar en esos mismos términos. Sin que medie una ley del Congreso y nuevas normas o currículos del Ministerio de Educación, se estaría revolucionando la pedagogía de la escuela peruana. Ese es el poder que tiene los exámenes de ingreso para influir en el quehacer escolar. Pero eso supone asumir una responsabilidad social que, usualmente, las universidades no están dispuestas a asumir, bajo el paraguas de la comodidad de un sistema de ingreso fácil, rápido, de bajo costo y alta rentabilidad. No aspiro a que necesariamente apliquen mi propuesta, sino que capten el espíritu que está detrás de ella. Que las universidades usen su poder para mejorar la educación escolar.