Si el director de un colegio no es confiable ética y profesionalmente, ¿cómo puede ser director? ¿Cómo puede tener a su cargo a 500 ó 1000 alumnos y decenas de profesores? En ese caso, debería cerrarse el colegio en defensa de los niños. Sin embargo, hay cientos de casos así, pero el colegio sigue funcionando por inercia, casi sin que haga mucha diferencia entre tener un buen o mal director, porque al final de cuentas no tiene mayores prerrogativas propias de un director (quizá intencionalmente, porque el estado no confía en él).

Alguien en su sano juicio podría decirme ¿cómo pueden mejorar las escuelas peruanas, así tengan profesores dedicados y bien intencionados, sin tener directores de colegios que dirijan los equipos docentes y tomen decisiones cruciales como se hace cuando se dirige cualquier institución, organización o empresa? A mí me parece imposible.

Por lo tanto, ya basta de pensar que mejorando de alguna manera mágica a los profesores mejorará la educación peruana, sin considerar que ellos funcionan en organizaciones que deben tener un liderazgo con autonomía, capacidad de decidir sobre los problemas que tienen que resolver, de adaptar las normas y currículos a la realidad específica, manejar un presupuesto, evaluar al personal, etc.

Sin embargo es bueno tomar nota que cada vez que escribo una columna sobre la imposibilidad de una verdadera reforma del sistema educativo si es que no se entiende que cada colegio es una organización que debe ser conducida por un director con plenos poderes para hacer una gestión más autónoma, hay muchos maestros que se atemorizan o horrorizan de pensar que sus directores actuales tengan esos poderes, aunque también hay de los que dicen “ya era hora” de empoderarlos. Veamos.

Hay los que se identifican con la idea de ese rol clave del director como líder e innovador, con poder para seleccionar, contratar o recomendar la separación de profesores que evidencien pobrísimo desempeño; modificar el horario, el currículo, las cargas horarias; alquilar las instalaciones y generar recursos para el uso autónomo del colegio; firmar convenios con terceros que quieran colaborar. Los que apuestan por este concepto suelen ser directores emprendedores o profesores que trabajan con directores muy capaces pero que son como automóviles de carrera funcionando al ritmo de las bicicletas por la restrictiva normatividad estatal.

En el otro extremo están los profesores que tienen malas experiencias con sus directores, porque son corruptos, incompetentes, acosadores, argolleros e ineptos. A ellos les parecería una locura darle más poder a los directores actuales y eventualmente la prerrogativa de remover de su cargo a un profesor estable, ya que suponen que lo harían para poner en su lugar a un allegado o a quien pagó una coima. Sin embargo, la existencia de directores ineptos no puede anular la visión de lo que un director debería ser y hacer.

Lo que hay que hacer es separar la visión de las funciones que debería tener un director en el supuesto que haya sido bien formado y elegido, de las personas que actualmente ocupan ese cargo las cuales deberían primero ser evaluadas y certificadas por su calidad ética, pedagógica y capacidad de gestión antes de empoderarlos con las nuevas prerrogativas.

Para ello se podría crear un sistema de capacitación y certificación de calidades pedagógicas y éticas y competencias para la gestión eficaz, que vayan de la mano con el otorgamiento de poderes para una administración escolar autónoma, de modo que se vaya transformando las instituciones escolares actualmente paralizadas, retrógradas e improductivas en centros educativos dinámicos, innovadores, que progresan y permiten a los estudiantes obtener altos logros.

Hay que reconocer que los directores de hoy no han sido formados ni elegidos para el cargo para ese nuevo tipo de prerrogativas y responsabilidades. Por eso es que la Ley de Reforma Magisterial (al igual que la anterior CPM) no considera el rol decisivo del director en la supervisión docente ni la evaluación del ingreso y desempeño de profesores.

De modo que el año 2013 debería ser el año de los directores. Seleccionar a los que tienen el potencial, (entre los existentes y los nuevos candidatos) formarlos rigurosamente, evaluar sus personalidades, condiciones éticas, capacidad pedagógica y de liderazgo. Luego, certificarlos y empoderarlos para que hagan bien su trabajo.

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