El próximo año no habrá violencia en las cárceles: cada una tendrá un psicólogo. El próximo año no habrá violencia en las barras bravas: cada una tendrá un psicólogo. En la misma categoría de ficción está la ley antibullying 29719 que imagina que colocando un psicólogo por colegio se acabará el bullying. Esto es tan absurdo como sostener que los alumnos dejarán de tomar alcohol, consumir drogas, o tener vida sexual temprana gracias que habrá un psicólogo por colegio. De pronto, los psicólogos se han convertido en los todopoderosos pacificadores de la sociedad.

Esta ley aprobada por unanimidad por el pleno de la legislatura anterior, nació de un disparate: sin que se sepa qué magia habrán de hacer los psicólogos escolares, sin que haya suficientes psicólogos para tener uno por colegio, y sin tener presupuesto para esas plazas, se legisla una medida que aspira a erradicar la agresión física, psicológica, el hostigamiento y el acoso entre los alumnos.

Para ello, el pleno estableció designar un psicólogo por colegio para diagnosticar, prevenir, evitar, sancionar y erradicar la violencia, el hostigamiento, la intimidación y cualquier acto considerado como acoso entre los alumnos de instituciones educativas. El psicólogo se preocupará de la prevención de dichos maltratos y los tratamientos adecuados para frenarlos. (Recordemos que en el Perú hay 37 mil colegios públicos, entre primaria y secundaria, y además que en total sólo hay 17.150 psicólogos colegiados).

La medida dispone también la creación de una Junta para la Convivencia Escolar Pacífica integrada por autoridades educativas, la asociación de padres de familia, representantes de los docentes y auxiliares de los centros educativos. ¿Alguien realmente cree que se va a poder convocar tal Junta y que funcione? Suponiendo que tal junta recomienda la expulsión de los alumnos agresores ¿el ministerio avalará eso? ¿Nombrará comisiones investigadoras en cada UGEL para cada caso apelado? ¿Adónde irá el alumno expulsado si el estado tiene la obligación de atender a todos los niños en edad escolar? ¿A una prisión juvenil?

Dice la ley además que Indecopi supervisará los colegios con inspecciones para verificar la existencia de “toda forma de hostigamiento y acoso entre estudiantes”. Además, se encargará de tomar declaraciones, denuncias, hacer investigaciones e, incluso, imponer sanciones al colegio. ¿A quién se le habrá ocurrido tamaño disparate? Todo el presupuesto y funcionarios de Indecopi no alcanzarían, a lo que se agrega que es un tema totalmente alejado de sus funciones.

Por su parte el ministerio de educación, defendiéndose de la inejecutable carga que le heredó el Congreso anterior dice que hará una campaña con materiales educativos y guías para afrontar el problema, que obviamente no resolverán nada.

Aterricemos.

1) Es importante que en todo colegio haya un psicólogo por cada 200 a 300 alumnos, así como un asistente social y una enfermera, para atender las diversas necesidades personales, emocionales, sociales, de salud física, etc. que tengan los alumnos en los distintos momentos de su vida que no pueden circunscribirse al tema del bullying. En una gran unidad escolar, por ejemplo, eso significaría contar con unos 10 psicólogos.

2) El necesario trabajo del psicólogo en los colegios en el terreno de la salud mental de los alumnos debe estar orientado a hacer trabajo preventivo y ayudar a crear un clima de convivencia pacífica, -y solo ocasionalmente intervenir en situaciones de crisis-, no puede ser confundido con el trabajo de un bombero que en el corto plazo apaga cada caso de bullying cada vez que se presenta o el de un terapeuta que atiende clínicamente a cada alumno con un problema, porque le sería imposible atender si quiera a unos cuantos.

3) El impacto del psicólogo se amplifica si trabaja con el director y los profesores y los ayuda a ellos a aprender a lidiar con los conflictos que se presentan en las clases.

4) Aún trabajando en todos los terrenos mencionados seguirán habiendo casos de bullying porque así es la naturaleza humana. El éxito del psicólogo no se puede medir por la cantidad de incidentes de bullying, sino sobre su influencia en el mejoramiento del clima institucional y los vínculos educativos entre profesores, alumnos y padres.

Necesitamos psicólogos escolares. Pero no para la imposible tarea de ser bomberos del bullying.

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