Para construir un edificio se necesita carpinteros, soldadores, electricistas, cargadores, albañiles, encofradores, etc. El Perú tiene todo eso. Lo que el Perú no tiene es la respuesta a la pregunta ¿qué edificio queremos construir? lo que hace que seamos tan dispersos e ineficientes. Si no sabemos adónde vamos, cada uno hará lo suyo, pero sin tener una idea del rumbo a seguir y sin un sentimiento de colectividad que comparte un conjunto de valores y una visión que articule todos los esfuerzos individuales en la misma dirección.

 

Los mineros tienen su visión, los empresarios turísticos la suya, los pesqueros la suya, los agroexportadoras la suya, pero ¿es lo mismo educar a los peruanos para ser un país líder en ecoturismo que para ser un país líder en exportación minera? ¿Los esfuerzos en investigación, ciencia y tecnología en los institutos y universidades son los mismos si es que el Perú decide ser líder mundial en joyería de oro o si decide ser líder en industria farmacéutica basada en medicinas naturales? La visión cumple el rol de gran organizador de las prioridades, la administración, la legislación y el sentido de su educación.

 

Supongamos que la visión del Perú fuera ser el #1 en el mundo en Voleibol, ó ajedrez; o ser #1 en artesanía en oro; ó tener la mejor facultad del mundo en estudios de biodiversidad para fines farmacéuticos, alimenticios y cosméticos.
Eso serviría como gran norte organizador para que el ejecutivo, legislativo, el mundo empresarial, el mundo educacional, etc. inviertan sus mayores esfuerzos para remar en la misma dirección hasta alcanzar la meta. A su vez, les daría a los peruanos la sensación de ser parte de un gran proyecto nacional, fuente de motivación, y al llegar a la meta, sin duda, sería un manantial de autoestima positiva que nos fortalecería para las siguientes metas, cada vez más ambiciosas.

 

A propósito de esto, viene a pelo un hermoso discurso de Robert F. Kennedy en la Universidad de Kansas el 18 de marzo de 1968, criticando la falta de visión de los Estados Unidos en cuanto a sus valores y responsabilidad en el liderazgo mundial. Dijo (en inglés): “Demasiado, y por mucho tiempo, parecería que hemos renunciado a la excelencia personal y los valores comunitarios en aras de la acumulación de cosas materiales. Nuestro PBI es superior a 800 mil millones de dólares anuales. Pero ese PBI incluye contaminación de aire y propaganda de cigarrillos, así como ambulancias para recoger a los accidentados en las autopistas. Incluye cerrojos especiales para nuestras puertas y las cárceles para los criminales que las rompen. Incluye la destrucción de los bosques y la pérdida de nuestras maravillas naturales. Incluye el napalm y las ojivas nucleares y automóviles blindados que usa la policía para combatir los disturbios en nuestras ciudades. Incluye los fusiles Whitman y los cuchillos Speck y los programas de televisión que glorifican la violencia con el fin de vender juguetes a nuestros hijos. Sin embargo ese PBI no incluye la adecuada cobertura de salud de nuestros hijos, la calidad de su educación o la alegría de su juego. No incluye la belleza de nuestra poesía o la fuerza de nuestros matrimonios, la inteligencia de nuestro debate público o la integridad de nuestros funcionarios públicos. No incluye las medidas de nuestro ingenio ni nuestro coraje, ni nuestra sabiduría, ni de nuestro aprendizaje, ni nuestra compasión ni nuestra devoción a nuestro país. Mide todo en pocas palabras, excepto lo que hace la vida valga la pena. Y nos puede decir todo sobre América, excepto por qué nos sentimos orgullosos de que seamos estadounidenses”.

 

¿Podríamos identificarnos con lo dicho por Robert F. Kennedy? Cuando escuchamos de las grandes inversiones, las enormes reservas en el BCR, el crecimiento de la minería y las exportaciones, ¿nos estamos reconociendo como comunidad? ¿Eso nos hace sentir integrados como nación? ¿Nos señala los valores y rutas que nos permiten sentirnos parte de un proyecto nacional compartido en el que todos tenemos un lugar y el mismo derecho a alcanzar la felicidad?