La autora del best-seller Harry Potter J.K. Rowling, tuvo a su cargo la conferencia anual de graduandos de la Universidad de Harvard y disertó el 5/6/2008 sobre “Los beneficios del fracaso y la importancia de la imaginación”.

Contó que la mitad de su vida se la pasó buscando ese incómodo balance entre sus ambiciones personales –y su deseo de estudiar literatura inglesa- y las expectativas de sus padres que esperaban que ella opte por un grado profesional para prevenir la pobreza. Eligió estudiar lenguas modernas.

Según las mediciones convencionales, los siete años que siguieron a su graduación fueron fracasos a escala épica. Un matrimonio que duró poco, madre sola y desempleada, sumamente pobre. Pero ese fracaso la benefició en la medida que la obligó a alejarse de lo irrelevante, dejar de ser lo que no era y orientar toda la energía a terminar el único trabajo que realmente le interesaba, que era el de ser escritora.

Claro que no es necesario llegar a ese nivel de fracaso para reaccionar, pero algún tipo de fracaso es inevitable a menos que uno viva con tanta cautela que termine vaciando su vida de toda emoción, en cuyo caso ese solo hecho ya implica un gran fracaso.

El fracaso que vivió le dio la seguridad interna que nunca tuvo por ejemplo cuando tenía que pasar sus exámenes. El fracaso le enseñó cosas sobre sí misma que jamás hubiera descubierto de otra manera. Descubrió que era más fuerte y disciplinada de lo que creía; también descubrió los tremendos amigos que la acompañaron en las buenas y en las malas que se convirtieron en un soporte invalorable. Ese conocimiento de sí mismo es un verdadero regalo, y aunque adquirido con mucho dolor, vale más que cualquier título que le hayan dado.

El segundo tema de su discurso trataba sobre la importancia de la imaginación. Aprendió a valorar la imaginación como esa cualidad humana única que permite visualizar lo que no existe y convertirlo en fuente de inspiración. Es un poder que permite tener empatía con los seres humanos cuyas experiencias jamás se han compartido. Lo experimentó trabajando en el departamento de investigación sobre África de Amnesty International en Londres, viendo horripilantes testimonios, documentos y fotografías que aludían a desapariciones, asesinatos y torturas en regímenes totalitarios. Uno en particular la impacto de quien por dar un testimonio dio pie a que el gobierno asesine a su madre. Imaginar ponerse en el lugar de todos ellos la conmovió muchísimo.

Muchas personas prefieren no ejercitar su imaginación. Escogen quedarse en las confortables fronteras de sus propias experiencias, sin conflictuarse nunca con la curiosidad de saber qué se sentiría haber nacido diferente de lo que uno es. Se puede escoger cerrar las mentes y corazones a cualquier sufrimiento que no los toca personalmente y con ello negarse a conocer…

A esas alturas de su discurso les preguntó a los graduandos de Harvard “¿cuánto de ustedes están dispuestos a tocar la vida de los demás? Su educación de alto nivel les da una oportunidad única pero a su vez responsabilidades únicas: la forma que ustedes escojan para vivir tendrá impacto en su gobierno, en su país y mucho más allá”.

Continuó diciendo “si eligen usar su estatus e influencia para alzar su voz en favor de aquellos que no tienen voz, identificarse con los débiles, retener su capacidad de imaginarse a sí mismos viviendo como viven los que no tienen sus ventajas, entonces vuestra existencia será motivo de orgullo no solo de sus familias sino de los miles y millones de personas cuya realidad ayudarán a cambiar. No se necesita para ello poderes especiales, basta con el poder que cada uno tiene de imaginar un mundo mejor”.

Le haría bien a los profesionales y políticos peruanos escuchar su discurso.