En una de las recientes grabaciones del programa televisivo De a 2, que conducimos el reconocido psicólogo Roberto Lerner y yo por el canal 14 de Cable Mágico Cultural, abordamos el tema de las negociaciones y conciliaciones para la resolución de conflictos. Si bien el contenido de ese programa estuvo orientado a tratar casos de negociación para la resolución de conflictos en las asambleas universitarias, en las familias, al interior de las empresas o en las relaciones entre ellas y en los conflictos internacionales entre países, pienso que el aniversario patrio y el inicio del nuevo quinquenio de gobierno es propicio para reflexionar sobre la resolución de conflictos existentes al interior del país.
Escribo este artículo inspirado por las imágenes de Camp David, casa de retiro presidencial de los Estados Unidos, en la que en 1977 se reunieron los líderes Carter, Begin y Sadat para acordar la paz entre Israel y Egipto, y en estos días se reunieron Clinton, Barak y Arafat para avanzar hacia el acuerdo final entre Israel y la OLP.
Pensé que si estos líderes de pueblos de tan larga enemistad fueron capaces de reunirse para intentar resolver sus diferencias, ¿por qué no podría hacerse entre los líderes peruanos? Pensé, también, si el presidente Fujimori fue capaz de conducir las difíciles negociaciones de paz con Ecuador y con Chile, ¿por qué no podría hacerlo al interior del Perú?
Las lecciones que emergen de la resolución exitosa de los conflictos son básicamente dos. La primera, que desde las etapas iniciales hasta las semifinales se requiere de un mediador prestigiado y neutral que ayude a conocer y acercar posiciones. En nuestro caso podría ser el jefe de la misión de la OEA.
La segunda, que cuando «la mesa está servida» es necesario que los líderes de las partes tomen las decisiones finales con coraje y valentía, que inevitablemente requieren hacerse concesiones mutuas de modo que todos se sientan ganadores, porque sólo así se puede tolerar el pago del precio de las concesiones otorgadas. Si alguna de las partes quiere dominar a la otra para que aparezca como derrotada o ignorada, no habrá acuerdo entre partes, salvo que sea impuesto por la fuerza. En ese caso durará solamente el tiempo que dure el ejercicio de este poder. La experiencia de la derrotada Alemania después de la I Guerra Mundial, o la «paz vergonzosa» que tuvo que firmar la URSS con Alemania durante esa guerra, son ejemplos claros que la imposición unilateral de una solución sólo incuba deseos de venganza que en algún momento estallan con violencia. Ocurre también en los matrimonios desintegrados en los cuales las desavenencias no resueltas entre las partes generan permanentes conflictos y agresiones cuyo precio lo pagan no sólo las partes sino, sobre todo, los hijos.

Sueño
En uno de sus más famosos discursos el líder norteamericano Martin Luther King repetía al inicio de cada oración «Yo tengo un sueño», aludiendo a sus deseos de conciliación y trato cooperativo y solidario entre norteamericanos, sin discriminaciones, violencia ni intolerancia.
Creo que el Perú necesita hoy un sueño de grandeza, en el que la confrontación no sea la estrategia central. El costo de la crisis que polariza al Perú lo pagamos todos, especialmente los más necesitados y los jóvenes de la nueva generación que lamentablemente están aprendiendo que esta durísima confrontación entre peruanos es normal e inevitable. Como van las cosas, esta crisis lejos de disolverse se instala cada vez más en la mente de los peruanos de todos los estratos, sectores y edades, lo que no sólo traba el desarrollo del país sino le anula su visión colectiva de futuro. El Perú no va a poder soportar armoniosamente el inicio de un quinquenio de gobierno teniendo una parte de su población con una visión de futuro consistente en una cuenta regresiva para ver cuánto falta para que este régimen se termine o para que tal o cual personaje se retire. Tampoco podrá tolerar un quinquenio de gobierno que esté jaqueado en cada acto por las presiones internacionales y permanentes acciones de gobierno tendientes a justificar y defender posiciones o atacar a los opositores. Su historia tampoco podrá hacer justicia a los logros del gobierno del presidente Fujimori si su tramo final de gobierno queda tan contaminado por las irregularidades y los conflictos.
Con motivo del aniversario patrio quisiera permitirme compartir este sueño de un Perú maduro, democrático y optimista, liderado por estadistas generosos y conciliadores, que le den a sus ciudadanos la oportunidad de sentirse orgullosos de su patria y el espacio para poner el hombro y trabajar procurando el beneficio propio y el común. (dialogo@ole.com)