Artículos sobre el pueblo judío

¿Puede explicar la visita de Ariel Sharon a la explanada del Monte del Templo tanta violencia anti-israelí de parte de miles de manifestantes palestinos, estando tan cerca el acuerdo final sobre Jerusalem y el reconocimiento mutuo entre Israel y el Estado Palestino? ¿Fue una reacción espontánea o premeditada?

El simultáneo secuestro de tres soldados israelíes en la frontera libanesa ¿también fue casualidad, o fue parte de una estrategia sirio-iraní tendiente a colocar obstáculos para el acuerdo palestino israelí?

OLP

Arafat sabe que sería absurdo declarar unilateralmente la creación del Estado palestino porque eso bloquearía el apoyo norteamericano a su causa y diferiría por muchos años cualquier acercamiento con Israel, dejando Palestina como una pobrísima república cuartomundista, sin recursos ni fuentes de empleo, lo que tarde o temprano revertiría contra el propio Arafat. El también sabe que firmar un acuerdo de paz con Israel, haciendo algunas concesiones finales en el tema de Jerusalem, es resistido por los países árabes -especialmente los enemigos de Israel- y por los sectores radicales palestinos, especialmente el Hamas, que le harían la vida imposible al interior de este Estado Palestino. ¿Qué hacer entonces?

Cuando Arafat era presidente de la OLP y atacaba a Israel (1968-1992) utilizaba el terrorismo y la Intifada como arma para ganar notoriedad y prestigio. Después de los acuerdos de Oslo en 1993, ha alentado los disturbios anti-israelíes cada vez que llegaba a un impasse en las negociaciones Israel-OLP, como el punto muerto al que llegó semanas atrás en las negociaciones con Barak sobre Jerusalem. Presionar a Israel con disturbios ha sido una táctica habitual.

La inevitable respuesta militar y política israelí a estos disturbios palestinos le producen a Arafat un cuádruple beneficio: pone a los medios de comunicación internacionales «de su lado» que suelen interesarse por las imágenes de sangre; le hace ganar respaldo a su exigencia de una presencia de observadores internacionales en Jerusalem, como primer paso a mayor involucramiento posterior de la ONU que él cree que beneficiaría sus demandas; refuerza su liderazgo ante los palestinos incluyendo los radicales; involucra a los EE UU para que use su influencia sobre Israel y los países árabes como Egipto, Siria o los petroleros, de modo que se neutralice la oposición árabe a aquello que se acuerde.

ISRAEL

Israel por supuesto que conoce y paga el precio de este ritual para seguir avanzando en el objetivo de llegar a la paz. No pocos académicos sostienen que el Estado palestino no puede nacer sin una guerra de independencia que le sirva de antecedente heroico victorioso. Así fue como se dio en el caso de la paz con Egipto, luego de que éstos se consideraran victoriosos en la Guerra de Yom Kipur (1973).

Para Israel la firma de un acuerdo de paz con la OLP que concluya en el reconocimiento de un Estado palestino y alguna forma de división de Jerusalem también tiene sus límites por la fuerte oposición interna de los partidos nacionalistas y religiosos. En ese sentido, las jornadas violentas de los días recientes han resultado negativas, porque si los palestinos no han podido garantizar la seguridad de la tumba de José, ¿cómo garantizarán la seguridad de otros lugares sagrados en Jerusalem y otras ciudades que estarían bajo su cargo? Israel sabe que tiene que poner la mano dura, porque sino su actitud es leída por los palestinos como debilidad e impunidad.

Sin embargo, algo nuevo ha surgido en la escena política israelí. Es la actitud de los árabes israelíes, que por primera vez en 50 años se han aunado a las manifestaciones palestinas anti-israelíes, quizá para tender puentes afectivos con los palestinos del futuro Estado palestino. Sin embargo, ha desalentado la confianza de los partidos centristas israelíes respecto a la viabilidad de la convivencia pacífica árabe israelí. Por eso Israel no sólo está demandando de Arafat que ponga fin a los disturbios, sino además que dé evidencias claras e inequívocas de que los palestinos aún creen en la vía diplomática para resolver sus diferencias.

REFLEXION

No parece ser muy seguro que Arafat esté listo para poner punto final al conflicto. También Israel tiene severos límites internos para seguir avanzando hacia la paz. Sin embargo, no hay otra opción para ambos que llegar a la paz. Como antes, habrá que esperar otra vez a que se enfríen los ánimos y ver cómo el gobierno de minoría de Barak llega a sobrevivir políticamente a esta última ola de violencia y captura de soldados israelíes. Sólo entonces se podrá visualizar con más realismo los siguientes pasos en el (irreversible) proceso de paz. (dialogo@ole.com)