Debemos reconocer que estamos frente a un conflicto muy dramático y traumático que enfrenta a dos pueblos, el árabe palestino y el israelí, los cuales pese a tener mucho en común no han logrado comunicarse y comprenderse lo suficiente como para llegar a acuerdos finales sobre sus desavenencias para concretar la ansiada paz.
La prensa nacional e internacional han cubierto ampliamente diversos hechos y han aportado variados análisis, cada cual con sus propios sesgos editoriales. Sin embargo, daría la impresión que ha quedado un vacío, que no permite entender las preocupaciones que llevan al gobierno israelí a actuar como lo ha venido haciendo desde hace más de 50 años, más allá de las peculiaridades de la reciente gestión del Primer Ministro Ariel Sharón, cuyo gobierno apenas tiene un año de vigencia.

1). La primera preocupación es la más local y evidente de todas. Tiene que ver con la seguridad de los israelíes. Si Arafat tiene control sobre los grupos extremistas palestinos, ¿porqué no los frenó entre 1993 (Acuerdos de Oslo) y 2002, antes de que Sharón interviniera las instalaciones terroristas en los campamentos de refugiados? Y si Arafat no tiene control sobre ellos ¿qué sentido tiene para la seguridad de Israel que firme un acuerdo con Arafat, que después muchos palestinos no acatarán, con lo que seguirán los atentados contra Israel quien se vería obligado nuevamente a tomar acciones en su defensa dentro del territorio palestino? ¿Qué pasaría si el Estado Palestino soberano, dados sus fuertes intereses con los países árabes que no creen en la existencia de Israel, se convierte en un trampolín para colocar allí ejércitos iraquíes o iraníes (como los 30,000 sirios acantonados en el Líbano que dicen estar allí para protegerlo).

2). La segunda preocupación israelí tiene una dimensión más regional. ¿Porqué Arafat no ha avanzado más para llegar a un acuerdo final con líderes tan propensos a estos acuerdos como Rabin y Peres que gobernaron entre 1993-5 y luego con Barak en el año 2000? Yo tengo tres hipótesis al respecto. Una, que Arafat quiere pasar a la historia como el libertador palestino y Arafat no quiere contaminar su historia personal con ese acuerdo de paz. La segunda, vinculada con la anterior, es que en la correlación de fuerzas internas entre los palestinos de Hamas, Jizballah, Tanzim, Fataj, etc. todavía pesan mucho los sectores que no quieren reconocer a Israel, por lo que Arafat no se atreve a firmar un acuerdo sin su apoyo. La tercera hipótesis es que Arafat está tan atado a los intereses y recursos de Irán e Irak, que no puede firmar nada sin su consentimiento. Ninguno de esos dos países tiene el menor interés en reconocer a Israel para que viva en paz. Apenas llegó Anthony Zinni a Israel un terrorista suicida del Hamas voló el hotel de Natanyah en la noche de la Pascua. Apenas llegó Collin Powell a Israel para negociar entre israelíes y palestinos, otro terrorista suicida del Hamas hizo explosión en el mercado de Jerusalem, mientras Hizballah con apoyo sirio calentaba la frontera norte desde el Líbano. Es claro que el eje Irak-Irán-Siria-Organizaciones Palestinas conforman un frente que tiene por objetivo debilitar a Israel y desprestigiar las iniciativas norteamericanas en la región.

Irán está muy interesado en expandir el fundamentalismo islámico en los países árabes y por supuesto en destruir a Israel. Tiene una fuerte presencia chiita desestabilizadora en el Líbano (con Hizballah), sur de Irak, Argelia (donde el Frente de Salvación Islámico ganó las elecciones en 1991 pero un golpe militar impidió su asenso al poder), Egipto (donde la Hermandad Musulmana asesinó a Sadat y cuenta como líder el Jeque Omar Abdel Arman, culpable de la explosión del World Trade Center de N.Y.). En Siria 30,000 chiitas de la ciudad de Hama fueron masacrados en 1982 y en Túnez el gobierno ha reprimido duramente a la fuerza al pujante Movimiento de Renacimiento Islámico. Los chiitas fundamentalistas también tienen presencia en los territorios en los que viven los palestinos (con Hamas y Hizballah). Además Irán le provee dinero y armas a la Autoridad Palestina (hallados en el barco Karina A y en los bunkers en Ramallah) y provee de experimentados guardias revolucionarios iraníes para entrenar al Hizballah en el Líbano.

Irak por su parte tiene la pretensión de ser hegemónico y controlar el petróleo Iraní, Kuweití y Saudita y los lugares sagrados La Mecca y Medina, y con ello enfrentarse a occidente, para lo cual está desarrollando armas de destrucción masiva.
Ante las advertencias de un ataque de una alianza liderada por Bush, Saddam Hussein tiene la urgente necesidad estratégica de romper cualquier coalición árabe con EE.UU. que le permitiera atacarlo como ocurrió en la Guerra del Golfo. Además Irak ya se ha enfrentado con EE.UU. dos veces, ha atacado a Israel con misiles scuds, ha invadido Irán y Kuweit, alienta abiertamente el terrorismo palestino y talibán y ya ha usado las armas químicas contra kurdos, chiitas e iraníes.
La mejor manera de debilitar y desprestigiar el liderazgo de EE.UU. es calentar la zona palestina.
En estos días Irak está movilizando sus tropas hacia la frontera con Jordania, con la finalidad de invadirla en el momento necesario y así producir una reacción de Israel en apoyo a Jordania que lo termine involucrando en el conflicto. Eso le garantizaría a Irak que no se haga una coalición árabe en su contra porque los países árabes no aceptarían ser aliados de Israel. Es el mismo ejercicio que trató de hacer en 1991 al lanzar misiles scuds sobre Israel para que reaccione y romper así la coalición anti iraquí.
Bajo cualquiera de las hipótesis resulta que Arafat ya no es percibido por la mayoría de israelíes como un socio para la paz. Y por eso Sharón considera que hay que exilarlo o aislarlo en Gaza, de modo que se corte la cadena de mando entre Arafat y la maquinaria terrorista, creando un espacio de tranquilidad que pudiera ser aprovechado por los israelíes y una nueva generación de líderes palestinos para negociar la creación del Estado Palestino y la paz bajo auspicio norteamericano. Sin embargo esta vez no solo negociarían israelíes y palestinos, sino también los países árabes moderados interesados en poner fin a la inestabilidad regional, que no los beneficia en nada frente a la radicalización que promueven Irán e Irak, que los va a terminar desestabilizando a los países árabes también. No olvidemos que son regímenes totalitarios que están sentados sobre un volcán de descontento popular.

Una tercera preocupación de Israel es política. Israel es una democracia, y hay una permanente discusión interna sobre cuáles son las mejores opciones de gobierno. Si la de mano dura de Netanyahu o Sharón o las negociaciones atrevidas que proponían Rabin, Peres o Barak a pesar de todo lo que se conoce de Arafat. Si los israelíes no ven resultados, cada 4 años (y a veces menos) cambian de gobierno, de modo que las tendencia de derecha e izquierda se alternan en el poder. Eso no existe ni en la cúpula palestina de Arafat ni en ninguno de los países árabes que son dictaduras donde los presidentes o reyes cambian ya sea porque se mueren o porque los matan.
Israel se pregunta ¿cómo confiar en la palabra y la paz firmada por gobernantes que 50 años han llamado a la destrucción de Israel y siguen siendo ellos o sus partidos o familiares los mismos que están en el poder?.

Una cuarta preocupación que Israel tiene que ver con los refugiados. Primero por la unilateralidad del tema. Los palestinos dicen que hay que darle derecho de retorno a 650 mil palestinos y sus descendientes, o sea 4 millones. Tendría que aplicarse similar derecho a los 650 mil judíos expulsados de los países árabes especialmente Irak, Yemen, Libia, Egipto, Siria, Marruecos y Argelia, entre 1947 y 1956, sin sus bienes y propiedades.
Pero por otro lado pedirle a Israel donde hay 5 millones de judíos y 1 millón de árabes que reciban 4 millones de árabes en su territorio, es pedirle que elimine su carácter judío. Eso es impensable. En cambio si se habla de compensaciones mutuas, podría ser parte del arreglo económico global que permita la construcción del Estado Palestino.

Una quinta preocupación de Israel tiene que ver con la Educación. Los niños y jóvenes palestinos han lactado leche con odio, se han educado en un sistema educativo cuyos textos llaman a destruir a Israel, en cuyos juegos los niños simulan ser suicidas, con una televisión y una prédica desde las mezquitas que llaman permanentemente a la confrontación.
Como educador les confieso que lo veo muy complicado. E Israel lo sabe. Solo si hay un liderazgo muy conciliador y reparador (que es impensable en estos tiempos) podrían curarse las heridas de ambas partes. Sino, habría que esperar 20 o 30 años para crear otro ambiente. En Israel Sharón es efímero. Pero en el otro lado ¿es Arafat el hombre capaz de producir ese cambio radical en el mensaje?

Israel nació buscando seguridad y refugio frente al exterminio, y esas características han marcado su existencia. Junto a ello, la desconfianza básica en la política europea del siglo xx, cómplice del Holocausto y una enorme suspicacia frente a los países árabes que juraron destruirlo en 6 guerras, así como la desconfianza frente a los líderes históricos palestinos que han practicado o alentado el terrorismo por 50 años para procurar alcanzar objetivos políticos.
Sin duda el problema israelí-palestino-árabe es muy complejo. Solamente si uno es capaz de ponerse en el lugar del otro, puede haber algún acercamiento. Espero que este artículo, sin desconocer las innumerables y legítimas preocupaciones palestinas, aporte algo a la comprensión de las preocupaciones de Israel.