Cada persona debe ser juzgada por sus actos, méritos y deméritos, no por su pertenencia a un grupo étnico o religioso

Me produce mucha tristeza ver cuestionadas en las noticias a personas con las que comparto diversos espacios comunitarios judíos, como ha ocurrido recientemente con los señores Wolfenson, Lerner y anteriormente algunos más. A pesar de que según el judaísmo y la propia Constitución peruana cada persona escoge su camino y responde por sus actos, nuestra tradición de solidaridad y vida comunitaria judía nos hace sentir que la censura pública a uno de nuestros correligionarios nos afecta a todos. Es lógico. Quienes nos hemos educado bajo similares valores, tradiciones y aspiraciones éticas no podemos evitar sentirnos tocados por estas situaciones. Además, entre quienes nos observan desde fuera, no faltan quienes piensan que las faltas de unos nos comprometen directamente a todos.
Sin embargo, estas subjetividades no justifican las insinuaciones que expresan algunos periodistas, especialmente de radio y televisión, cuando al identificar a un personaje presentan su nombre junto con su condición judía, como si esta fuera un atributo negativo que debe hacerse explícito.
Es curioso que cuando se aludía a la expropiada administración de Frecuencia Latina muchos hablaron del pleito entre los judíos Ivcher y Winter, pero en el caso de Panamericana nunca se mencionó que Delgado Parker y Schutz fueran católicos. Cuando quebró el Banco República o el Banco Latino no se habló de los «bancos católicos», mientras que en el caso del Nuevo Mundo muchos se refirieron al «banco judío». Cuando se aludió a los negociantes de armas se habló de los judíos Weil, Sudit o Stone. Sin embargo, nunca se mencionó por su condición de católicos a los acusados generales Villanueva, Chacón o al asesor Montesinos. No pocas veces se alude al asesor judío Adam Pollak pero jamás ha habido referencias al asesor católico Rodríguez Rabanal.
Citar el origen étnico judío para identificar a un personaje que es censurado es un proceder discriminatorio y hostil. Es discriminatorio porque solo se alude al origen religioso del miembro de una minoría, mas no al de una mayoría; es hostil porque solo se menciona la religión cuando se trata de señalar una conducta negativa; y linda con el antisemitismo, porque con ese proceder se induce sutilmente al público a asumir que todos los judíos somos elementos negativos para la sociedad.
Hay judíos de buena conducta y otros de mala conducta. Hay los que hacen negocios lícitos y los que los hacen de forma ilícita. Hay los que denuncian y los que están presos. Hay los que sobresalen por su talento intelectual, profesional o empresarial y hay los que estafan y engañan. En la política, hay judíos apristas, pepecistas, fujimoristas, toledistas y socialistas. Hay de todo. Y no debe sorprendernos, porque así es la naturaleza humana. Lo mismo ocurre entre los católicos, musulmanes, evangelistas, y demás.
Hay muchos judíos que nos enorgullecen porque aportan su talento al Perú desde campos como medicina, psicoanálisis, deporte, derecho, conducción deportiva, actuación, reportes climatológicos, arte, psicología, ingeniería, actividad empresarial, voluntariados, obras de bien social, etc. En cambio hay otros judíos cuyo desempeño es censurable. Quizá sea difícil de aceptar, pero así es la vida. Así somos los peruanos. Así es la humanidad y lo fue a lo largo de toda su historia. Solamente en la medida en que entendamos eso podremos mostrarnos más tolerantes y democráticos, evitando que al censurar las acciones de individuos nos refiramos a su origen étnico o religioso haciendo pensar o insinuando que hay una relación entre su religión y su conducta censurable.
Cada persona debe ser juzgada por sus actos, méritos y deméritos, no por su pertenencia a un grupo étnico o religioso. Sería deseable que los comunicadores procedan con responsabilidad y tolerancia, limitándose a citar los nombres de los personajes que hacen noticia, sin identificarlos por su origen étnico o su confesión religiosa.