Cuba es un país tan pobre como la mayoría de los de América Latina y tiene un régimen político comunista de partido y líder único cuyas reglas de juego internas son diferentes a las de países como el Perú. Eso no impide aprender de algunas de sus políticas, como la de colocar la educación y salud pública al servicio de todos con un nivel que supera el de casi toda Latinoamérica. Bárbara Hunt aporta algunas referencias que explican por qué ellos salieron primeros y nosotros últimos en las pruebas de matemáticas y lenguaje tomadas por la Unesco en 1997 en 13 países latinoamericanos (Tarea, mayo 2002).

Para empezar, los niños cubanos son estimulados desde muy pequeños. Los hijos de madres trabajadoras –a las que les concede un año de licencia por maternidad– tienen el derecho de asistir a guarderías y centros iniciales desde los seis meses hasta los cinco años de edad. Dado que las escuelas cubanas están integradas a la comunidad de la cual provienen los profesores y médicos que atienden a los niños, hay una gran cercanía entre ellos y las familias, que continúa luego a lo largo de la educación básica, lo que permite un seguimiento individualizado de los niños a lo largo de su infancia y niñez. En la primaria, los alumnos son evaluados en 2do, 4to y 6to grados, lo que permite detectar a tiempo sus dificultades y atender a los que se vayan rezagando.

La formación de profesores comprende cinco años de universidad más una infinidad de cursos de actualización y extensión que les permiten acceder a maestrías y doctorados. Dado que un mismo profesor enseña a una promoción desde 1ero hasta 4to grado de primaria, los directores son muy celosos respecto de la calidad de sus profesores, a los cuales evalúan anualmente, pudiendo exigir su perfeccionamiento o cambio de colegio si es que no enseñan bien.

Los maestros pueden ser retirados de la carrera docente por el supervisor si es que al cabo de los perfeccionamientos no mejoran su trabajo (tomen nota, colegas del Sutep). Por su parte, los directores también son evaluados anualmente por los supervisores y especialistas.
Podríamos sacar algunas lecciones replicables, cuando menos respecto de la atención temprana a los niños, la inserción de la escuela en la comunidad y el riguroso seguimiento a los profesores para garantizar que hagan un trabajo de calidad.