Entre el 23 y 25 de agosto se llevó a cabo en Santiago de Chile una reunión de expertos educacionales de América Latina y el Caribe convocados por Orealc-Unesco, con la finalidad de ensayar un balance regional y una visión de futuro de la educación para los próximos 15 años, nuevo plazo fijado por Unesco para alcanzar los objetivos de «Educación para Todos».
Mi ponencia en el evento se refirió al «Impacto Previsible de la Tecnología en la Educación», tema que he ido desarrollando –y seguiré haciendo- desde esta columna semanal.
Resultó interesante constatar que a pesar de que se habla en bloque de «América Latina y el Caribe» hay notables diferencias entre los países de América Latina donde se habla castellano y portugués, y los del Caribe donde se habla inglés, francés y papiamento. Esta diferencia de idiomas evidencia diferencias culturales entre países que fueron colonizados por distintos imperios que han marcado sus identidades históricas, culturales y educacionales de modos diferentes.

HITOS

Entre los muchos asuntos comunes y distintos, me han impresionado algunas tendencias regionales que creo vale la pena resaltar.
1). La de 1980 fue la década de la ampliación de la cobertura educativa, mientras que la de 1990 se caracterizó por la preocupación por la calidad de la educación. (Me temo que la década del 2000 será la del acceso a las computadoras, y recién la del 2010 la de la preocupación por la calidad de los aprendizajes usando computadoras)
2). Entre las experiencias más exitosas de mejora de la calidad de la educación (contando con escasos recursos) se encuentran aquellas en las cuales se ha incrementado la autonomía escolar, combinando una activa participación de los padres y la comunidad, con mayores grados de autonomía para los directores. Este esquema permite rompe las ataduras del centralismo liberando las energías institucionales en beneficio del desarrollo educativo distintivo de cada colegio.
3). Cada vez se hace más evidente la necesidad de seleccionar y formar directores capaces de ejercer el liderazgo pedagógico y la gerencia institucional, como una especialización diferente a la del tradicional profesor que se convierte en director por antigüedad o por ganar un concurso entre pares.
4). Los especialistas regionales coinciden en señalar que las capacitaciones de profesores de pocas semanas al año convocadas en sedes elegidas por el Ministerio de Educación para trasmitirles algunos conocimientos, tienen escasísimo impacto en el mejoramiento de la calidad de la educación.
Pienso que más sentido tiene la capacitación del equipo docente en el propio centro educativo, donde aprenden a encarar y resolver los problemas que les son conocidos y están a su alcance cotidiano. Así, cada centro educativo debería convertirse en una unidad diferenciada de capacitación.
5). Junto con lo anterior hay una coincidente insatisfacción respecto a los institutos y
universidades pedagógicos en los cuales se forma a los futuros profesores con los enfoques tradicionales, dejándolos indefensos para las tareas educativas que demanda la nueva modernidad.
La verdadera reforma educativa es la que debería llevarse a cabo en los centros de formación de docentes por su enorme efecto multiplicador.
6). Una recomendación consensual fue la necesidad de producir más investigación pedagógica para saber qué funciona y qué no funciona, evitando malgastar los escasos recursos inútilmente o dejar de gastarlos donde valga la pena. En ese sentido hay que diferenciar la investigación económica (que usualmente se centra en criterios de costos) de la investigación educativa (que se centra en cómo mejorar la calidad)
7). Respecto a la calidad de la educación se encuentra que las mediciones hechas en muchos países dejan mucho que desear y requieren no solo afinarse en cuanto a la medición de los logros en Matemáticas y Lenguaje, sino también para medir el impacto social y cívico que tiene la educación, así como el que va teniendo la introducción de las computadoras a los colegios.
8). Finalmente, todos los países comparten el drama del creciente desempleo de profesionales y descenso de sus remuneraciones, que hace que estudiar más años (después de 10 a 12años) ya no signifique mejores niveles de ingreso y que los profesionales estén desempeñando ocupaciones de baja productividad respecto a su formación. Ante esto más de uno se preguntó qué sentido tenía expandir la cobertura de la educación superior si más años de estudios no garantiza mejores ingresos. Fue importante la precisión que se hizo al respecto señalando que esto sólo se puede resolver transfiriendo capital y tecnología a las micro y pequeñas empresas, las cuales al reactivarse y crecer demandarán recursos humanos más calificados y productivos respecto a los que demandan actualmente.