Quisiera compartir con ustedes tres asuntos: el tema de las evaluaciones masivas, el conflicto de derechos en el aula y el concepto de carrera magisterial, cuestionando si realmente tiene sentido, sobre todo como carrera para toda la vida.
Respecto de las evaluaciones: como yo dirijo un colegio, a veces me entretengo tomándome a mí mismo los exámenes de ingreso que toman las Universidades aquí en el Perú y a pesar de que he estudiado cuatro carreras, tengo que confesarles que soy inapto o inepto. No podría ingresar a ninguna de las universidades de las que además he egresado, porque no puedo pasar ese examen.
Además, a pesar de que he escrito muchos libros, no logro aprobar el examen de Lenguaje que toman allí. Me resulta absolutamente inaccesible. Esa prueba refleja la ideología de la Institución y refleja también el perfil de lo que la Institución espera del postulante para que éste sea luego un buen profesional, que seguramente 20 años después no podría aprobar la misma prueba con la que ingresó.
De allí salto al examen nacional que se toma a los maestros del Perú. En las últimas veces, a pesar de que sus preguntas se guardan como un secreto de estado, al final igual trascienden y se llegan a conocer, lo que permite señalar que es una evaluación muy desafortunada.

1). Examen docente absurdo y arbitrario
Yo me he aplicado a mí mismo esas pruebas y confieso que tampoco soy apto para ser maestro en la escuela pública peruana, quizás por eso estoy en la escuela privada.
Lo cierto es que no puedo pasar ese examen que me parece absolutamente arbitrario y absurdo. No solamente eso; considero que no existen las pruebas objetivas, porque no hay nada objetivo, pues detrás de cada pregunta de la prueba está la ideología del autor de la prueba. Entonces, aquél que quiere aprobarla tiene que colocarse en la cabeza del diseñador de la prueba para saber qué respuestas correctas espera de los evaluados.
Cuando se toman exámenes de ese tipo en el Perú, se evalúa a 100 mil maestros a partir de los criterios de unas cuatro personas que conforman una Comisión y que deciden cómo va a ser su diseño. A mí me parece que eso debe ser revisado y si los escalafones suponen algún tipo de evaluación escrita masiva, eso es algo que a mi personalmente me inquieta sobre todo porque se evalúa a los maestros de una manera equivocado, como si quisiera evaluarse la calidad de futbolista de Pelé a través de un examen escrito de fútbol.
Siendo la docencia una profesión eminentemente práctica, se les toma exámenes escritos para ver como contestan preguntas verbales sobre educación, pedagogía y otros. Parece absurdo.

2). ¿Quien defiende los derechos del niño a una buena educación?
Un segundo problema que quisiera tratar es el del conflicto de derechos de los actores de la educación. Existen los derechos de los alumnos de estar en manos de un buen profesor, existe el derecho del padre a elegir con quién quiere co-educar a sus hijos y existen los derechos de los profesionales de la educación que son contratados para enseñar a los alumnos.
Sin embargo, la legislación y las reglas de juego generalmente se orientan a cuidar los derechos de los maestros, pero se olvidan de los derechos de los alumnos y de los padres. Yo me pregunto por ejemplo ¿qué cosas en las leyes expresan el derecho de los padres a escoger con quién quieren co-educar a sus hijos?.
Hay evidentemente, una asimetría de derechos. Quizá si comparamos la experiencia de la escuela privada con la escuela pública se puede visualizar algunas cosas.
En la escuela privada el Director de Colegio selecciona y evalúa los candidatos, escoge a aquél que a su mejor entender es el adecuado para el colegio, lo monitorea con los criterios de la escuela y al que no funciona bien en la enseñanza, la disciplina o la moral, se le despide.
Pueden haber profesores que fueron buenos diez años y un buen día dejan de serlo. La antigüedad no puede ser un criterio rígido para retener o no a un maestro en la escuela privada porque los derechos del cliente, en este caso del alumno, del padre de familia que es el representante del alumno, los derechos del promotor y los derechos del Director como encargado de la gestión y del éxito del desarrollo institucional, están por encima del derecho de los maestros a una estabilidad.

3). Los derechos del profesor aplastan a los del niño y del padre
En la educación pública ocurre al revés. Ahí tenemos que la selección de profesores la hace el Estado, no la escuela. El monitoreo se hace con un paquete de criterios iguales para 270 mil maestros. Nunca se despide a nadie, salvo que haya un juicio de cinco años para probar que alguien es un degenerado. Finalmente el profesor que ha sido nombrado una vez se queda en su plaza hasta que se jubile.
Es una carrera para toda la vida. Entonces ¿qué ocurre? Que los derechos del profesor a su estabilidad, a su desarrollo, a su permanencia, superan los derechos del alumno, del padre de familia, del director, porque así se sumen los derechos de estos tres actores, nunca van a poder equipararse con el derecho de los maestros a quedarse en su posición.
Daría la impresión que cuando un escalafón está construido para garantizar el ingreso y la permanencia de los maestros, se está poniendo énfasis en el derecho de los maestros. En cambio cuando el escalafón tiene opciones muy flexibles y muy viables para la salida de los maestros, entonces se está respetando un poco más los derechos de los alumnos y de los padres a opinar por el tipo de educación que quieren para sus hijos.
Hay varios otros ejemplos que pueden ayudar a ilustrar el conflicto. Por ejemplo, si un alumno no aprende, se castiga y reprime al alumno. Raras veces se reprueba al maestro. Es decir que el derecho del maestro se sobreentiende y si algo sale mal se castiga al alumno, que es quien debe cargar con la responsabilidad de no haber aprendido por más que el motivo sea que no se le ha enseñado o incentivado adecuadamente.
Si un maestro se burla de un alumno, el alumno tiene que aguantar, pero si un alumno se burla del maestro, echan al alumno.
Es decir, a lo largo de todo el camino los derechos de los maestros aplastan los derechos de los alumnos y de los padres. Me parece que eso no es positivo.
Por otro lado desde el punto de vista estadístico, si tenemos 270 mil maestros debemos suponer que hay 135 mil que son mejores que los otros 135 mil, simplemente por tomar una media de cualquier sistema de medición.
Si solamente tomáramos en cuenta lo que es bueno para los alumnos diríamos “bueno, saquemos a los 135 mil que no son tan buenos y a los 135 mil que son mejores les duplicamos sus jornadas y entonces todos van a estudiar con los 135 mil maestros mejores”.
Sin embargo por razones administrativas, laborales y otras, hay que tener a los 135 mil que no son tan buenos, darles trabajo en aula porque no se pueden despedir 135 mil maestros.
Yo no digo que hay que hacer esto último; es solo una ilustración. Lo que digo es que en la estructura del sistema hay vicios que no veo que se intenten resolver, si es que lo que nos interesa es que el alumno esté en manos del mejor maestro posible.

3). La docencia vista como una carrera para toda la vida
Otro tema es el relativo al supuesto de que la carrera docente es una carrera para toda la vida. Creo que vale la pena revisarlo, en otras palabras, revisar la idea que la carrera docente es una carrera cronológica.
Se supone que conforme uno acumula más años de experiencia, más años de capacitación etc, uno se va haciendo mejor maestro. La pregunta debiera ser no sólo si se va haciendo mejor maestro con el paso de los años sino, si conforme uno va creciendo tiene el mismo poder de impactar en los jóvenes que cuando se es más joven. Por ejemplo, yo envidio a chicos de 25 años que se manejan con mis alumnos con carisma, con capacidad de llegada, con una posibilidad de ofrecerles una identificación que yo no tengo.
Yo con mis 50 años y mi experiencia no puedo competir con esos chicos de 25 años que vienen a enseñar en todos esos terrenos en los cuales los jóvenes prefieren y se motivan más a estudiar con universitarios o recién egresados que dominan la carrera, que están actualizados, que hablan su jerga, que se visten como ellos.
Muchas veces me he preguntado si debemos seguir conceptualizando la carrera docente como una carrera para toda la vida o si debieran haber tramos o etapas diferenciadas, y que para determinadas edades haya que trabajar en ciertas actividades y después de un tramo pasar a otra actividad dentro del amplio abanico de actividades en el ámbito educativo.
El ejemplo más claro creo que lo podemos obtener a partir de una maestra de educación inicial. Digo maestra no por problema de género sino básicamente porque las de inicial generalmente son mujeres.
Imaginemos una maestra de 25 años, soltera, que tiene que trabajar con niños de cuatro años, con toda su juventud, su fortaleza, su entrega. Es una persona que se va a tirar al piso, que va a revolcarse con los chicos, que va a jugar, será muy lúdica y expansiva.
A los 35 años esta misma maestra que trabaja con los niños de cuatro años, ya es una persona que tiene sus propios hijos que le sirven de referente, tiene su esposo, sus propios problemas familiares, tiene que dividir sus energías, sus tensiones y ya tiene un poco menos de paciencia juvenil con los más pequeñitos.
Ahora veamos a esa misma maestra a los 45 años, cuando ya es una señora con hijos adolescentes o inclusive mayores. Es una persona que ya le duele la columna, tiene la ciática, la menopausia, etc y se encuentra en una situación física, personal, mental, con condiciones más complicadas como para manejarse con niños de cuatro años.
Veamos después a esta maestra a los 55 años. Ya es una abuelita que ve en estos niños de cuatro años a sus nietos, y esa misma persona tiene que tirarse al piso y jugar con los niños con todas las dificultades propias de la edad. Además aún si esta mujer de 55 años fuera la campeona mundial de ballet, para los niños sigue siendo la imagen de su abuelita. En la imaginación del niño, ese niño de cuatro años está jugando con su abuelita, no con su maestra.
Por supuesto que siempre hay excepciones. Yo sólo estoy ironizando para fines didácticos. Lo que quiero decir con esto es que si bien es cierto que para las carreras profesionales de los ingenieros, médicos, psicólogos, hacer carrera significa que con el paso de los años uno va creciendo y desarrollando sus capacidades, en la docencia no necesariamente es así.
Cuando hablamos de los derechos que tienen los niños, los criterios para establecer una carrera docente tienen que ser distintos. Quizás la carrera docente debiera tener una duración de diez a quince años y después orientarse hacia otra actividad dentro de la educación.
Ese es un tema que realmente me tiene preocupado aunque confieso que aún no tengo una fórmula para ofrecer. Sin embargo, no quiero dejar de plantear mi preocupación por el tema. No sé tampoco cómo el escalafón, que pone mucho énfasis sobre todo en la entrada de los maestros y su continuidad y muy poco en su salida o en sus alternativas, podría abordar este tema.
Finalmente, se parte del supuesto de que todo aquel que quiere ser profesor, puede serlo, y que si alguien es un mal profesor, basta con que lo capaciten para que se convierte en un buen profesor.
Esos son supuestos discutibles que están instalados también en la carrera docente. Para empezar, cualquiera puede entrar a un Pedagógico o Universidad y estar allí años, hasta que se inicie su práctica, digamos por 2 años.
Suponiendo que no sirve, pasó siete años de su vida tratando de ser maestro, porque nunca nadie en su vida le dijo antes que no servía para maestro. Recién dos años después de egresado le van a decir que no sirve para maestro, por lo que casi nunca se lo dicen. Entonces tenemos una persona que no sirve para ser maestro pero ya está ahí, fue titulado inclusive a nombre de la Nación. Entonces ¿cómo 7 años después de iniciados sus estudios le van a decir que no sirve para ser maestro?. Ahí hay un tema que no funciona bien.
Por otro lado, hay gente que puede haber trabajado muy bien durante diez años como maestro y de pronto le viene una depresión, una tragedia, o se agota o se enferma y ese mismo hombre o mujer que trabajaron muy bien pero que ya no lo hacen, tienen estabilidad, continuidad y tienen su derecho a seguir en la carrera hasta que se jubile. Los niños están condenados a seguir estando en manos de ese docente así no esté en condiciones adecuadas para ello.
Termino diciendo que si el escalafón, la carrera magisterial, etc, no tiene mecanismos flexibles o por lo menos tan flexibles de entrada como de salida, entonces ese escalafón no respeta a plenitud los derechos de los padres y de los niños frente a los derechos legítimos de los maestros.