León Trahtemberg, educador y director del colegio León Pinelo, tiene una particular sensibilidad frente al tema del terrorismo y de la violencia por razones históricas, culturales y personales.
El también columnista en prensa escrita y conductor de programas de radio y televisión orientados al tema educativo y miembro del Consejo Nacional de Educación, considera que la incomunicación –producto de la falta de descentralización– nos ha llevado a vivir una ficción de la no existencia del conflicto.
En una conversación abierta y franca, Trahtemberg plantea desafíos al Estado, al sector Educación, a los gobernantes, a los medios de comunicación y a la sociedad en su conjunto. Aquí la entrevista.

¿Qué sentido tiene para León Trahtemberg la Reconciliación?

Estudiar el pasado doloroso sólo tiene un valor formativo si permite reflexionar, cuestionar y confrontar los hechos, buscar responsables y tomar posición; entonces se crean las condiciones para entender y corregir. Eso va de la mano con exigir una compensación a quienes sufrieron daños, un castigo a quienes cometieron delitos y finalmente reconciliar a todos con la página aprendida para que no se repita.
Pero esto sólo tiene un valor preventivo si es que no nace del deseo de rencor o venganza, sino de la búsqueda de la paz social presente y futura. Sin reconciliación este proceso queda trunco.
En lo que a la escuela se refiere esto exige un profesorado capaz de estimular a los alumnos para que sean capaces de cuestionar, debatir y tomar posición. Esto no le es cómodo a muchos profesores que no están habituados a permitir que los alumnos cuestionen a la autoridad o a la versión oficial de las cosas. Por ejemplo, alumnos que preguntan porqué el profesor tiene preferencias, porqué vende notas, porqué no corrige las tareas, porqué no prepara sus clases, porqué se burla o maltrata a los alumnos. Si el profesor no tolera eso y reprime a los alumnos, estaremos perdiendo el tiempo.

La CVR formulará recomendaciones al Estado para que lo ocurrido no vuelva a repetirse ¿Qué recomendaciones haría Usted en el ámbito educativo?

Hay que promover algunas grandes reconciliaciones:
1. Reconciliar al Ministerio de Educación con la sociedad civil. Eso requiere tener un Ministerio de Educación éticamente impecable; que genere confianza; que sea transparente por ejemplo en los concursos, licitaciones y nombramientos.
2. Reconciliar al Gobierno con la ética política. Eso requiere que los gobernantes reconozcan errores y que escuchen a la población. Si la autoridad considera que “nunca se equivoca” no habrá posibilidad de diálogo ni salida para los grandes males del país.
3. Reconciliar a los Medios de Comunicación con la educación. Eso exige de los medios de comunicación el uso de estrategias educativas que ayuden a la población a elaborar los más duros temas de la realidad, que orienten hacia las alternativas frente a la violencia.
4. Reconciliar la Educación con los diversos sectores del Estado requiere colocar a la Educación en la agenda de todos los ministerios. Mientras no ocurra, el mensaje trasmitido será el típico lavamanos “la educación no es asunto nuestro, eso le corresponde al sector educación”.
5. Reconciliar al Estado con la infancia para lo cual hay que convertirla prioridad. Un país que no quiere y atiende a sus niños es un país al que no le importa su destino.

En Lima, esa ficción de no existencia del conflicto se borró con los apagones y con Tarata y el miedo se instaló en casas y colegios ¿cómo se manejó desde las aulas?

Recuerdo que en esa época le pedí a mis veinte alumnos del 10mo ciclo de la PUC que se conecten con 20 colegios y pregunten qué se hizo al día siguiente de Tarata. Para mi horror y sorpresa, reportaron que cerca del 90% no hizo nada. O sea, hacían de cuenta que eso no ocurrió, a pesar de ser un evento que le quitó piso a los profesores, a los padres, a todos los peruanos.
Un 5% de los colegios hicieron un rezo o dieron advertencias de seguridad. Obviamente no se fue procesando lo que pasaba con nuestro país.

Sin embargo, las imágenes de estos hechos en la televisión fueron ineludibles.

Los medios de comunicación son muy secos y toscos al dar información y no ayudan a elaborar, como si lo hacen por ejemplo con los paneles de analistas al final de los días electorales. Frente a hechos dramáticos como por ejemplo los vladivideos, los testimonios de las víctimas del terrorismo o la guerra en el Medio Oriente, no producen mensajes para los niños que ayuden a tranquilizarlos, explicarles las cosas en su lenguaje para que se ubiquen en lo que está pasando. Cuántas oportunidades perdidas para hacer algo de educación…
Por eso es muy importante que el alumno sienta que en el colegio hay donde hablar de estas cosas, un espacio donde expresar sus angustias, sus miedos y reconciliar.

¿Qué reto plantea esta circunstancia a quien está al frente de la cartera de Educación?

Creo que en lo ético, democrático y el respeto a los Derechos Humanos, el rol del Ministro de Educación y sus colaboradores más cercanos es vital. Si, como en tantos casos, los ministros son personas opacas, poco comprometidas, sin liderazgo ni carisma, sin capacidad de mostrarse susceptibles y sensibles a las vicisitudes del país que afectan a las familias, a los maestros y los alumnos, poco se puede esperar de su capacidad para promover los ideales y valores en torno a los cuales construir nuestra nación. Esa tarea ministerial empieza creando un buen ambiente de trabajo en el propio ministerio, porque allí se produce una especie de ósmosis: si la gente del ministerio está frustrada, angustiada, confrontada, hostilizada, eso se transmite a todos los actores del sector.

Ciertamente los hombres y mujeres de Estado tienen una responsabilidad pedagógica en su actuación…

Yo creo que de la manera como el gobernante elige a un ministro, le trasmite al país qué tipo de gestión espera de dicho ministro. Por ejemplo, Fujimori decía respecto al Ministro de Educación “yo no quiero filósofos o pensadores, yo quiero gerentes”. En el fondo decía “no me interesa la educación, sino que hagan lo que les diga”. Si para nombrar un ministro del interior o de educación se plantea como requisito que sea un militante capaz de cumplir compromisos partidarios, desde el inicio se está definiendo qué se espera de él. Si en cambio se busca al más idóneo, capaz de agarrar el elefante ministerial y enrumbarlo, capaz de pelearse con el presidente cuando no está de acuerdo con él, sería otra cosa. A esos evidentemente no los llaman, porque no aceptarán una gestión condicionada. Es curioso que para elegir ministros de economía, defensa o energía, los gobernantes buscan con mucho cuidado a los “pesos pesados”, porque esos ministerios sí se consideran importantes. El de educación es un premio consuelo. Así de simple.

¿Por dónde agarrar al elefante y moverlo?

Mientras más poder le entreguemos a la comunidad educativa, más focos habrán que puedan prender luces rojas cuando haya algo que ande mal para corregir. Hay que propiciar espacios para escuchar lo que tengan que decir y aportar los padres, los alumnos, los maestros, los directores, de modo que se genere una mística y espíritu de cuerpo para el logro de sus objetivos comunes.

Con esta visión de las cosas y volviendo al tema de la CVR y su investigación sobre los 20 años de violencia ¿Usted diría que el informe final y sus recomendaciones no serán consideradas, simplemente se va a encarpetar?

Eso es lo que posiblemente va a ocurrir. No se olvide que es altamente probable que la mayoría de las recomendaciones de la CVR se traducirán en cuestionamientos a los gobiernos. ¿Quién aceptará eso? Salvo que se forje algún compromiso multipartidario para lavar las heridas, cicatrizarlas y reconciliar. Lo veo difícil. Preferirán decir que la CVR hizo un trabajo incompleto o deficiente.

Me resisto a imaginar esta situación ¿cómo podría revertirse?

Bueno, hay que hacer un llamado a la decencia, lo que no es poca cosa.
¿Cuántos hombres decentes tenemos en el Perú y cuántos están en las primeras filas? Tenemos pocas personalidades impecables desde el punto de vista ético en los roles más protagónicos en la conducción del país.
Una cosa es lo que pueden hacer las hormiguitas decentes y otra cosa es lo que pueden hacer los gobernantes decentes desde el poder, con todas las ventajas. Si no hay una vocación de ética en nuestros gobernantes y políticos, entonces obviamente no se va a llegar muy lejos en el tema de la reconciliación. No se si soy pesimista o realista. Pero creo que alguien tiene que aglutinar una masa crítica de gente decente para ofrecer la decencia como opción política. Alejandro Toledo podría plantearse este reto como su gran aporte al país.