En la última década se han creado numerosos institutos superiores y universidades, especialmente privados, amparados en las políticas de apertura hacia la proliferación de instituciones que pudieran cubrir la cada vez mayor demanda por educación superior. Sin embargo, esta masificación ha ido acompañada de una tendencia inversa en cuanto a la calidad de la enseñanza universitaria. Sobre este tema conversamos con el educador León Trahtemberg, director del colegio “León Pinelo”, en la entrevista didáctica que le concede mensualmente a “Tiempos del Mundo”.

T de M: La ampliación de la oferta educativa de las universidades debe haber dejado satisfechos a los miles de postulantes que antes no ingresaban a las universidad ¿verdad?

Esto es una especie de “victoria pírica” para los postulantes, porque el crecimiento acelerado de instituciones de educación superior se ha hecho sin garantizar la excelencia de los profesores, laboratorios, bibliotecas, etc. Esto ha traído como consecuencia una gran diversidad de calidades ofrecidas por estas instituciones, por lo que hoy los postulantes mejor preparados se concentran en ocupar una vacante principalmente en las universidades y facultades más prestigiadas. De este modo, la masificación de la educación superior ha intensificado la estratificación de oportunidades educativas, ya que los postulantes con más recursos y preparación escolar más sólida son los que tienen mayores oportunidades de ingresar a los centros de educación superior y especialidades más prestigiados.

T de M: ¿Porqué la masificación de universidades se contradice con la calidad?

Es muy simple. ¿Cuántos catedráticos de primera línea hay en el Perú, postgraduados en el extranjero, que se dedican a la investigación de vanguardia, que publican en las mejores revistas científicas, etc.? Muy pocos. No más del 10% del total. ¿Qué universidades pueden financiar las investigaciones y contratar a estos destacados académicos? Unas cuantas. ¿Quiénes enseñan en las otras? Profesionales y académicos con menor preparación y actualización. ¿Qué egresados son competitivos para el mercado ocupacional internacional? Los pocos que egresan de las pocas universidades en las que se encuentran los escasos catedráticos de primerísima línea. Si hay 35,000 catedráticos y solo 3,500 tienen un alto estándar internacional, ¿cuál es la probabilidad de que un estudiante de una universidad de segundo nivel pueda tener alguna vez en su vida académica un profesor de nivel internacional? Mínima. Si tuvo suerte, unos cuantos de sus 60 catedráticos habrá sido sobresaliente. Como verá, en el Perú la cantidad no se concilia con la calidad. Si no se desarrolla un sistema de acreditación, se desampara a los estudiantes que están desinformados sobre la calidad real de estas instituciones.

T de M: Si es así ¿qué se puede hacer?

Creo que la respuesta, especialmente para las universidades estatales, la podemos encontrar en un comunicado del 4 de noviembre publicado en “El Comercio” firmado por siete prestigiados científicos e ingenieros, a nombre de las academias peruanas de ingeniería, medicina, arquitectura, ciencias los colegios de ingenieros de Lima y del Perú y la facultad de Ciencias e Ingeniería de la Universidad Católica. Los firmantes fueron ni más ni menos que Juan Incháustegui, Rolando Calderón, Santiago Agurto Calvo, Alberto Giesecke, Eduardo Ísmodes, Julio Rivera y José Tong respectivamente y el coordinador de la iniciativa fue el Ingeniero Héctor Gallegos.
Este comunicado sugiere reducir el número de facultades y estudiantes a la cantidad que pueda ser financiada de modo que se pueda garantizar la calidad de la formación. Además sostiene que no deben ser las universidades las que otorguen los títulos a nombre de la nación, sino una entidad externa a ellas (barra profesional) que a nombre de la nación certifique la idoneidad de los egresados para ejercer la profesión estudiada.

T de M:Esta certificación ¿cómo afectaría la cantidad de estudiantes y la calidad de su formación?

Todo sistema de certificación de la idoneidad de los egresados, al limitar el número de egresados que pasan los exámenes profesionales, automáticamente limita el número de facultades que quieran ofrecer cada especialidad, porque ninguna facultad podrá sobrevivir mucho tiempo si sus egresados sistemáticamente desaprueban los exámenes profesionales.

T de M: Hace unas semanas hemos los catedráticos de 28 de las 33 universidades estatales hicieron huelga, reclamando aumento de sueldos y su homologación con los de los vocales supremos. ¿Qué posibilidades le ve a esos reclamos?

La oferta de la homologación de sueldos es demagógica. Homologar los sueldos de 20,000 catedráticos estatales a las remuneraciones de unas decenas de magistrados que ganan 4 veces más que los docentes, es ilusorio.
El gran problema de las universidades estatales es que a pesar de que la comunidad académica está integrada por intelectuales con educación superior, en el tema de los recursos razonan como niños que creen que el dinero crece en los árboles. En el Perú el estado invierte 1,000 dólares anuales por alumno universitario gratuito, frente a los 2,000 a 10,000 dólares que los estudiantes pagan en una universidad privada. Las universidades públicas norteamericanas cuestan 25,000 dólares, aunque los estudiantes pagan aproximadamente la mitad y el estado subsidia la otra mitad. Ni hablar de los 45,000 dólares anuales que cuestan las universidades privadas de la liga mayor como Harvard o MIT. Si en Inglaterra y EE.UU los estudiantes tienen que pagar sus estudios ya sea mediante un crédito o un impuesto a los ingresos profesionales luego de graduarse, porque el estado no puede pagar toda la educación, ¿alguien en su sano juicio puede pretender que la educación superior en el Perú sea universal, gratuita y de calidad competitiva con el primer mundo?

T de M:¿Es inevitable entonces renunciar a la gratuidad?

A lo que hay que renunciar es a la gratuidad ciega e indiscriminada, que es aquella que se da cuando estudiantes que proceden de hogares con capacidad económica que han pagado toda su vida por la educación escolar privada, de pronto dejan de pagar por el solo hecho de ingresar a una universidad estatal.
Eso también lo dicen los firmantes del comunicado antes aludido. Convertrir la gratuidad en un principio en lugar de considerarla como un mecanismo me parece un tremendo error. En las universidades públicas el 45% de los estudiantes proceden de colegios particulares. ¿Es equitativo que se sirvan de un servicio público gratuito quitándole recursos al estado para mejorar la calidad del servicio? Dicho sea de paso, los primeros perjudicados por esta gratuidad ficticia son los propios estudiantes pudientes, que dejan de recibir la educación de más calidad que podrían recibir si la universidad tuviera más recursos. Creo que no se ha explorado suficiente el sistema de créditos educativos que podría ser un muy buen complemento.

T de M:M ¿Porqué una universidad no puede mantenerse en la primera línea sin investigación?

La gente que investiga es la que está en al frontera del conocimiento, buscando siempre que innovar, crear, mejorar. En ese proceso se enteran de lo que se hace en todo el mundo en su campo, se mantienen actualizados, e interactúan con la comunidad académica de vanguardia. Acceden a conocimientos que todavía ni siquiera aparecen en artículos o libros.
Además, cada hallazgo produce sinergias entre todos los colegas locales.
En cambio, el profesor que se limita a enseñar basado en un libro siempre estará muchos años atrasado respecto a quienes están en la vanguardia en su campo. En ese sentido también la situación del Perú es para llorar, inclusive frente a nuestros vecinos. El Perú apenas gasta 1.65 dólares por habitante en investigación, por debajo de los 3,2 dólares que gasta Bolivia, 9 dólares de Colombia y 36 dólares de Chile y Argentina. Ni hablar de compararnos con el primer mundo.

T de M: ¿Qué hacer con los políticos frente a esto?

Creo que la clase política peruana actual ha renunciado a hacer de la educación el motor del desarrollo nacional. No veo cómo con esa ceguera algo pueda cambiar en el Perú en el mediano plazo. Quien quiera tener un estándar académico o profesional de primer nivel, tendrá que irse al primer mundo, por sus propios medios o con becas. Los demás solo podrán destacar por milagro.