Capacitación, acceso a tecnología y empeño son tres aspectos positivos que, como decíamos, no caracterizan a la mayor parte de maestros en el Perú. “La mayoría no está en condiciones de ofrecer una enseñanza de calidad”, afirma sin contemplaciones León Trahtemberg, educador y supervisor pedagógico del colegio León Pinelo. “Solo si consideramos que el 85 por ciento pertenece a los estratos socioeconómicos D y E, sabemos que esos maestros no acceden ni a alimentación ni a vivienda adecuadas, y menos a capacitación o tecnología”.
La necesidad de tener dos trabajos, siendo muchas veces el segundo de taxista o ambulante, tiene un efecto en la calidad de la enseñanza, pues el maestro se agota en exceso, dicta su clase sin ánimo, no tiene tiempo que dedicar a la investigación en su campo y muchas veces –por esta misma razón– ni siquiera corrige las tareas dejadas a sus alumnos. Por otro lado, el hecho de que la Educación sea una carrera mal remunerada, le ha quitado atractivo. La respuesta de las facultades e institutos superiores no ha sido otra que reducir las exigencias para el ingreso (ver recuadro).

“La carrera de Educación es una de las que menor puntaje requiere en todas las universidades”, precisa Trahtemberg, quien reafirma que en los institutos pedagógicos la situación es aun más preocupante. Esta permisividad se repite a lo largo de la carrera. Las últimas evaluaciones para el nombramiento de 33 mil maestros solo fueron aprobadas por 6 mil. El resto de las plazas se cubrió con una fórmula que puso la valla más abajo, por presión del Sutep, el sindicato que promueve la estabilidad laboral absoluta. Es decir, los buenos y los malos en el mismo saco.

Que los estudiantes de Educación no son los mejores, es algo que ratificó el educador Hugo Díaz en el 2000, con un estudio hecho en Lima Metropolitana. La edad de los estudiantes del cuarto año –determinó– fluctúa entre los 22 y los 27 años, por tres factores: no ingresaron a la primera, intentaron primero estudiar otra cosa, repiten cursos o interrumpen la carrera.

¿Y de dónde salen los buenos? Trahtemberg señala que si un colegio toma a sus maestros de universidades como la Católica, San Marcos, el Pedagógico de Monterrico o la Unifé, es más probable que ofrezca una educación de calidad. Por cierto, muchos de estos egresados no van al Estado, que ofrece sueldos entre los 900 y los 1,300 soles; ni a colegios privados de muy baja paga, en los que un docente puede llegar a percibir hasta 400 soles. El otro extremo, el de la calidad, son los colegios de mayor paga. Estos no son más de 25 y sus maestros peruanos ganan entre 1,000 y 1,500 dólares, mientras que los extranjeros (franceses, alemanes, ingleses, estadounidenses) fácilmente tienen sueldos de 3,000 a 4,000 dólares, pues perciben beneficios de sus gobiernos como compensación por trabajar en el extranjero.

Mal ejemplo universitario

El Ministerio de Educación fue directo al origen del problema educativo cuando decretó que desde mayo del 2004 hasta diciembre del 2006 no podrían abrirse nuevos institutos pedagógicos. A la par, inició un plan de evaluaciones destinado a cerrar aquellos institutos que no cumplen con condiciones para seguir funcionando (no tienen local, no tienen alumnado, el nivel es bajísimo). “Ahora nuestro problema son las universidades”, afirma preocupado el viceministro de Gestión Pedagógica Idel Vexler. “En contra del ejemplo del ministerio, las facultades de educación están ampliando su oferta, hasta con tres ciclos por año”. Vexler dice que solo queda invocar a la responsabilidad de los rectores, decanos y la ANR, pues legalmente el Estado no puede hacer nada. Cada año hay 25 mil nuevos maestros y solo 6 mil puestos en el mercado. La meta del Mined es reducir los cupos de los institutos pedagógicos en un 40%.