Si asumimos que el mensaje presidencial es una proyección en el papel de lo que el presidente tiene en la cabeza, los discursos anteriores estaban estructurados de modo que se ponía primero un gran énfasis en hablar de las inversiones y el crecimiento económico, dejando para el final los programas sociales y muy pocas líneas para infancia y educación, lo que evidencia que está muy instalada en esa cabeza la teoría del chorreo: el crecimiento económico permitirá que se genere empleo y eso automáticamente generará más bienestar para todos, por sí solo, con lo que mejorará la nutrición, salud y educación de los peruanos. Está demostrado hasta la saciedad que eso no funciona para una sociedad de tantos excluidos como la peruana, que por ello requiere de una fuerte intencionalidad redistributiva de parte del estado para que los servicios que pueden darle bienestar a los peruanos les lleguen oportunamente y les den la oportunidad de salir de su pobreza. La atención oportuna a la infancia y la educación pública son claves en este tema. Por lo tanto, espero que haya un giro mental en la capacidad de análisis del presidente y que eso se exprese construyendo un discurso en el que empiece hablando del desarrollo humano como fin supremo de su gobierno, lo que supone priorizar la atención a la infancia, apostar por la educación, prometiendo que pondrá la economía y la maquinaria del estado al servicio de esos grandes objetivos humanos. Por otro lado, un presidente que se ha dedicado a descalificar a los que piensan diferente a él llamando «comechados» a los profesores, «vagos» a los médicos, «conspiradores» a los moqueguanos y otros que protestan, «comunistas» antiperuanos a los que siguen a la CGT, por no mencionar los adjetivos contra Toledo u Humala, entre otros, debería hacer un esfuerzo por ponerse encima de estas posturas que crean un ambiente de «Alan contra todos» para que más bien sea «Alan con todos», que sea conciliador, concertador, articulador, capaz de conducir a los peruanos a un «PACTO PARA EL 2021» en el que participen todos los peruanos y eviten los sobresaltos políticos del 2011 y 2016. Si puede actuar amistosamente con Hugo Chávez y Evo Morales a quienes desprecia, ¿por qué no hacerlo con Humala, Toledo y todos los peruanos que piensan diferente a él?