León Trahtemberg indicó que una de las principales consecuencias que tiene una educación de ese tipo se traduce en la rebeldía de los escolares.

«Hay dos formas de lidiar con la rebeldía. Una es canalizarla constructivamente sin reprimirla. Cuando se la reprime lo único que se hace es desplazarla en el espacio y en el tiempo. En el espacio, en el sentido de que el estudiante busca escenarios distintos donde manifestarla si tiene miedo de hacerlo en el colegio. En el tiempo, cuando el escolar sólo la manifiesta cuando se siente capaz de hacerlo, lo que puede ocurrir en la juventud o cuando se hace adulto (…)».

En este escenario -sostiene Trahtemberg- es cuando el papel pedagógico, orientador del maestro, es realmente importante pues deberá estar en condiciones de identificar situaciones, pautas por las cuales se pueda permitir a los estudiantes expresar su rebeldía sin que ello ponga en peligro su salud, su vida o la de los demás.

«Y ello pasa necesariamente por una buena comunicación y conocimiento de nuestros alumnos. El colegio no tiene por qué ser una cárcel. Los educadores se necesitan para ese espacio de enseñanza en que se reconoce que hay transgresiones que deben darse porque son parte del proceso de aprendizaje; y de los límites que deben respetarse», señaló.