Los alumnos odian las tareas; sin embargo, ellas acompañan la vida escolar de la mayoría de ellos y constituyen un medio pedagógico cuya existencia los padres y maestros no discuten mayormente. Sin embargo como veremos, su verdadero valor no está plenamente demostrado. En nuestra entrevista didáctica mensual con el experto León Trahtemberg, trataremos de entender cuál es el verdadero sentido de estas tareas y si realmente son útiles.

T de M: ¿Qué sentido tienen las tareas escolares?

Curiosamente y pese a su omnipresencia en la vida escolar, pocos se cuestionan el valor de las tareas escolares. Los padres esperan que el colegio deje tareas, los alumnos saben que ellas son parte de la vida escolar, y los profesores sienten que deben asignarlas como parte de su responsabilidad docente. Sin embargo, se conoce que los alumnos aborrecen las tareas, las sienten como una carga, y tienen una larga lista de quejas al respecto: no las entienden, son aburridas, los profesores no las corrigen, no sirven para nada. No faltan padres y alumnos que sostienen que las incomprensibles tareas inducen a buscar profesores particulares y además son discriminatorias, porque los alumnos que no tienen libros en su casa o no tienen tiempo porque tienen que trabajar, están en desventaja frente a los demás que si tienen esas facilidades.
Por si fuera poco las tareas son una de las principales fuentes de pleito entre padres e hijos en el hogar, que contaminan las relaciones familiares. Los hijos son castigados por no hacer sus tareas, o por sacar bajas notas en ellas, lo que perturba la relación de los padres con los hijos en casa.
Por otro lado las tareas deben ser interesantes y cortas, que permitan al alumno proyectarse al futuro, es decir, al tema de mañana y no al de ayer; deben estar expresadas en las propias ideas y palabras de los alumnos, y no deben ser asignadas con la idea de que los alumnos hagan en casa lo que no alcanzaron a aprender en el colegio con el profesor. Finalmente, la clase siguiente debe empezar a partir de lo que los alumnos traen en sus tareas, de modo que el profesor sepa qué hicieron los alumnos y si tuvieron alguna dificultad que la trabajen en clase.
Por lo tanto es preferible no poner notas por las tareas, sino más bien evaluar la participación de los alumnos en la clase a partir de la discusión sobre lo que hicieron como tarea. Así de paso el profesor se asegura que lo evalúa al alumno y no al padre o profesor particular.

T de M: Pero ¿qué argumentos esgrimen los defensores de las tareas?.

Si hubiera que resumir las razones que se esgrimen usualmente para dejar tareas tendríamos las siguientes suposiciones: promueven la autodisciplina del estudio independiente; permiten completar el programa con aquello que no se logra hacer en clase; complementa y refuerza el estudio escolar; permite que padres e hijos hagan actividades comunes referidas al colegio. Sin embargo, ninguna de esas razones se suele cumplir, porque ni desarrolla el autoaprendizaje, ni complementa lo hecho en clase. Es más, las tareas se convierten en la principal fuente de conflicto en las relaciones entre padres e hijos. Se premia o castiga al hijo en función de si hizo o no las tareas. Se condicionan a las tareas sus salidas, ver televisión, estar con amigos, etc.

T de M: ¿permiten las tareas realmente desarrollar la capacidad del estudio autónomo?

Leí recientemente una investigación norteamericana que encontró que el 91% de los alumnos necesita ayuda en casa para resolver las tareas, de modo que si no tienen padres que los ayuden o profesores particulares, simplemente no hacen las tareas o las hacen para salir del compromiso, sin mayor aprendizaje. ¿Tiene sentido asumir que un alumno que ha sido incapaz de entender un tema en el colegio con el profesor, pueda entenderlo por sí solo en su casa? Por otro lado, esa misma investigación mostró que el 66% de los profesores no corrigen ni devuelven las tareas, por lo que las que están mal hechas pasan totalmente desapercibidas.

T de M: ¿Es válido asumir que el alumno que hace más tareas aprende más, es un mejor alumno?

Yo siempre he sido muy cuestionador de aquellas tareas en las que los alumnos tienen que trabajar varias horas cada día, llenar hojas y hojas de ejercicios o resolver cuestionarios que muchas veces los alumnos no entienden ni pueden resolver solos. Así que me puse a buscar en la investigación educacional internacional qué evidencias existían de la utilidad de las tareas. Encontré que dos expertos de la Universidad de Louisiana los profesores David England y Joannis Flatley habían publicado el documento “homework and why” luego de revisar más de 500 investigaciones acumuladas sobre el tema en los 70 años previos al artículo. Nadie había encontrado una relación directa entre la asignación de tareas escolares y el mejoramiento del rendimiento escolar, con la única excepción de un estudio que encontró cierta relación solo para el caso de las tareas de matemáticas en la alta secundaria. Después encontré varios estudios que corroboraban la misma opinión. Si eso es válido, y así lo creo para la mayoría de los casos, el desperdicio de tiempo y energía juvenil en algo tan trivial resulta inaudito.

T de M: Entonces ¿cuáles serían las características de una buena tarea?

En educación inicial no debe haber tareas de escritorio; en los primeros 3 grados de primaria alcanza con unos 15 minutos diarios básicamente para cultivar el hábito de prepararse para el día siguiente. En la alta primaria puede subir a 30 minutos. En secundaria puede ser una hora y en la alta secundaria puede llegar a dos horas, especialmente porque hay que dedicar un tiempo a la ejercitación en los cursos de matemáticas y ciencias.

T de M: ¿Cómo se deben evaluar las tareas?

Es curioso que pese a que todos los alumnos son diferentes, aprenden a ritmos y profundidades diferentes, sin embargo, la tarea es la misma para todos y se evalúa de la misma manera. Eso es absolutamente anti pedagógico a la luz de los hallazgos de la modernidad que reconoce las enormes diferencias ente los alumnos. Por lo tanto la tarea debe ser suficientemente abierta como para que cada alumno al hacerla, pueda responder a su nivel y recibir el reconocimiento por su aporte.

T de M: No podemos negar que muchos padres cuando califican la calidad de un colegio se refieren al hecho que deja muchas tareas. ¿Cómo cambiar eso?

Dejando de ser alienados y apostando por la productividad. Hacer las cosas solamente porque otros las hacen aunque no hayan evidencias de su productividad es una típica característica de una sociedad alienada e ineficiente. El día que cuestionemos más las cosas que hacemos, porqué las hacemos y cómo podemos hacerlas mejor con menor esfuerzo y desgaste, llegaremos a respuestas pedagógicamente más sensatas.

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Crece la corriente de expertos y padres que se quejan por el exceso de deberes para los niños. “Las tareas pesadas y aburridoras pueden, asimismo, acarrear un efecto perverso, a juicio de Alfie Konh, reconocido crítico del sistema educativo de Estados Unidos, en su libro El mito de los deberes. En él, asegura que “la falta de interés de los niños por las tareas los lleva a adoptar una actitud negativa hacia el colegio y el aprendizaje en general; diría que las tareas son el principal y mayor extintor de la curiosidad infantil. Queremos niños completos, que se desarrollen social, física y artísticamente, y que tengan también tiempo para relajarse y ser niños”.

Homework is wrecking our kids: The research is clear, let’s ban elementary homework. Homework does have an impact on young students — but it’s not a good one. This is what’s worrying. Homework does have an impact on young students, but it’s not a good one. A child just beginning school deserves the chance to develop a love of learning. Instead, homework at a young age causes many kids to turn against school, future homework and academic learning. And it’s a long road. A child in kindergarten is facing 13 years of homework ahead of her.

Then there’s the damage to personal relationships. In thousands of homes across the country, families battle over homework nightly. Parents nag and cajole. Overtired children protest and cry. Instead of connecting and supporting each other at the end of the day, too many families find themselves locked in the “did you do your homework?” cycle.