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La historia de Israel está llena de distinguidísimos personajes y héroes cuyas biografía e importancia son similares en méritos a la de Yitzhak Rabin (z”l). Sin embargo, ninguno de ellos – ni siquiera Herzl o Ben Gurión – así haya sido presidente o Primer Ministro de Israel, tiene dedicada una fecha de recordación específica en el calendario nacional israelí. ¿Porqué Rabin sí?
Quisiera aportar una razón más a las muchas que se han esgrimido.
La muerte de Rabin el 4 de noviembre de 1995, producida como consecuencia de haber sido asesinado por el judío israelí Yigal Amir, nos enseña que el peor enemigo que todos tenemos, tanto las naciones como los individuos, está dentro de nosotros mismos. Eso hace distinta le muerte de Rabin a la de todas las otras muertes de los grandes personajes de Israel.
Al pensar sobre esto recordaba las declaraciones de Imre Kertész el Premio Nobel de Literatura 2002. Cuando le preguntaron sobre sus reflexiones como sobreviviente de Auschwitz dijo que Auschwitz lo avergonzaba porque le enseñaba aquello de lo que todos somos capaces de hacer. Es decir, aquella vez los perpetradores fueron lo alemanes y las víctimas los judíos, pero en contextos determinados y en ausencia de un compromiso con la conducta ética y democrática, podría ocurrir que hubiera judíos entre los perpetradores.
Eso quiere decir que la misión a la que nos comprometemos al recordar la muerte de Rabin es la de luchar contra los enemigos internos que tenemos los judíos, que nos dañan y destruyen por dentro, y que ponen en peligro la continuidad de nuestro pueblo. Como personas, se refiere al triunfo de las fuerzas nocivas y dañinas sobre las fuerzas creativas y constructivas en la vida de cada persona, cuyo extremo es el suicidio, tema al que los psicoanalistas han dedicado mucho tiempo de estudio. Como comunidades o naciones, se refiere al triunfo de los éticamente torcidos, corruptos ó fanáticos sobre las fuerzas positivas de las sociedades, el triunfo de aquellos que sostienen que para imponer su punto de vista hay que eliminar al del otro, o directamente eliminar al otro, como hicieron los nazis y tantos otros fascismos y totalitarismos en nuestra historia.
La otra dimensión que hay que tomar en cuenta, es que para construir una sociedad sana se requiere de una masa crítica de cientos o miles de personas que como Rabin, lideren y sostengan el proyecto común. Para destruirla, bastan unos pocos perversos o criminales como Yigal Amir, para imponerse a las mayorías que por desidia, displicencia, comodidad o indiferencia les dejan la cancha libre.
Recordar a Rabin sin recordar la misión que nos heredó, llevará pronto a la trivialización de su recuerdo.