Suele ocurrir que cuando un vocero institucional o líder público dice algo disruptivo, digamos “A”, al rato los afectados lo cuestionan sea por verse tocados, por alguna antipatía personal o el espíritu de contreras que no falta en quien quiere ganar visibilidad a río revuelto. Si éstos hacen un buen movimiento mediático, logran armar un argumento “B” para minimizar o descalificar al “A” y/o buscan temas de orden formal o personal para procurar eliminar al mensajero pretendiendo con ello extinguir el mensaje.

En el caso de la presidenta de la Confiep María Isabel León, tuvo el coraje de mostrarse en CADE 2019 abiertamente defraudada por la conducta infractora de algunos de los agremiados a Confiep, demandando una desintoxicación ética de la institución como requisito para cumplir un rol de liderazgo en la promoción de una sociedad próspera con justicia social. Representó con ello el mensaje de los demás expositores y buena parte del público asistente.

Sin duda le saldrán al frente los ofendidos, aludidos y enemigos oportunistas para descalificarla, rebuscarle alguna vinculación política o comercial pasada o hasta una infracción de tránsito con tal de indisponerla y procurar que se retire del rol.

Creo que tiene el temple para no amilanarse. Sin embargo, es la hora de la verdad para la Confiep. O sintonizan con la indignación general que causan los arreglos mercantilistas y acomodos buscando favores políticos usuales en el pasado y aprovechan la oportunidad que les da María Isabel León para trazar un antes y después para la Confiep, o nutren el caldo de cultivo de movimientos populares similares a los de Chile, Bolivia, Ecuador que tienen al Perú en lista de espera.

A su vez, los empresarios tendrán una muy buena respuesta a su pregunta ¿cómo podemos contribuir a la educación y democracia peruana?

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