¿Qué hace una persona con cáncer? ¿Se suicida, o convive con él activando toda estrategia posible imaginable para controlarlo y eventualmente vencerlo? Si pierde habiendo optado por luchar, lo hará habiendo dado la gran batalla por la vida. Y será la herencia que dejará.

Es el caso de la corrupción, falencias políticas e injusticia transversal en nuestro país, son enfermedades endémicas que han llevado al actual gobierno con limitado arsenal político a invitarnos al suicidio de nuestra democracia. Está renunciando a la búsqueda ilimitada de estrategias de pervivencia, anulando la esperanza de que «sí podemos» y haremos lo necesario para lograrlo.

Martin Luther King y Nelson Mandela decían algo así como «sueño con un país en el que blancos y negros puedan convivir como pares» y su esperanza superó sus miedos y rivalidades para dar paso hacia una sociedad mejor. Si revivieran en el Perú dirían «sueño que fujimoristas y antifujimoristas puedan convivir y colaborar políticamente luego de 30 años de rivalidades, para lograr un Perú con más bienestar para todos».

Vizcarra, Del Solar, los líderes políticos fuera y dentro del congreso tienen un pequeño dictador dentro de sí, pero también un pequeño King, Mandela y Grau dentro de sí». Cuál dominará su visión, propósitos y conductas es lo que definirá cuánta más sangre, sudor y lágrimas acumularemos antes de alcanzar el bienestar.

Creo que fracturar la Constitución por una necesidad coyuntural es un salto al vacío con alto riesgo suicida. Es emular al gobierno del que se quiere diferenciar. Es un augurio para un próximo ejecutivo y legislativo similares al actual, porque serán similares actores que no habrán aprendido las lecciones de lo que significa convivir en la diferencia.

Esas son las lecciones que deberíamos aprender de aquí al 2021 si de veras creemos que el bicentenario simbólicamente puede anunciar el despegue de nuestra independencia.

Eso requiere en lugar de «nos vamos todos» más bien la decisión de que «nos quedamos todos y arreglamos esto de una vez por todas»

Esas lecciones que no aprendimos hasta hoy por las sucesivas alternancias de gobiernos civiles con militares y la última pateada de tablero de Fujimori en 1992, en algún momento deben aprenderse, para dar un salto cualitativo hacia adelante en nuestra opción de vida democrática.

Tengo la esperanza de que Martín Vizcarra no sea uno más de los que escapan, y más bien se quede a lidiar con el conflicto, haciendo lo humanamente posible por salir airoso.

Ese aprendizaje le heredará al Perú mucho más aprendizajes, que su fuga renunciando a la oportunidad de mostrar cómo se puede lidiar con las circunstancias más adversas. Después de todo, si se van todos regresarán en el 2020 todos (aunque con otro disfraz) menos él.

Y si hay que modificar la Constitución por alguna necesidad social, que se haga por los cauces y tiempos establecidos para ello, y no como respuesta a impases o popularidades coyunturales.

Al menos, es mi deseo ciudadano.

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