Declarar la independencia de la educación peruana (León Trahtemberg en Ideele Revista # 286)

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El debate sobre cómo abordar género y terrorismo en el currículo escolar es una de esas manifestaciones de la tensión entre las corrientes progresistas de pensamiento educativo, vinculadas a la innovación, y las conservadoras, que idealizan dogmáticamente el pasado y que por ahora resultan ganadoras. Por más que sobren evidencias de que los herederos de tal educación han creado una sociedad que tiene la forma de una espiral descendiente para el progreso y bienestar colectivo, los gobiernos se han estado aferrando al único indicador positivo de una sociedad moderna, el de la estabilidad macroeconómica (aunque manteniendo las brechas de inequidad), a falta de la visión y el coraje necesario para hacer las reformas que la sociedad peruana necesita, incluyendo especialmente la educativa.

Nuestros gobiernos han sido y son esclavos de los predicadores de que “la educación de antes fue mejor”. Esto le quita todo espacio al Minedu para liderar la “puesta al día” de la educación, porque vive encerrado en una camisa de fuerza que no le da mayor margen de maniobra. Por ello no solo hace 50 años tenemos “más de lo mismo” sino además casi cada año se cambia de ministro porque sus estornudos lo convierten en una presa política muy dulce y fácil de derribar para la oposición.

¿Qué faltaría entonces? Declarar la independencia de la educación peruana expresada en la libertad para innovar y encontrar sus propias respuestas al salto educativo que nos ponga al día respecto a lo que necesitan nuestros estudiantes para ser ciudadanos globales. Es decir, que naveguen creativos por el mundo real y digital con solvencia, con capacidad de indagación, investigación, comunicación, colaboración, emprendimiento, invención, interactuando como ciudadanos competentes y estructuralmente integrados a valores universales como la verdad, libertad, democracia, compasión y justicia social (es decir, motivados por el afán de lograr el bienestar colectivo).

De eso no hay nada visible ni en el CEPLAN ni el Acuerdo Nacional, coautores del documento “Visión del Perú al 2050”; tampoco en el documento “Aprender; para hacer realidad la promesa de la educación” (BM, 2018). Esos son los típicos referentes nacionales e internacionales de “más de lo mismo”. Para ellos el 2050 y el 2020 se manejan con los mismos conceptos e instrumentos de análisis de 1980.

Se trata a los niños como números y datos estadísticos que se pueden agrupar, comparar y rankear como si fueran objetos desprovistos de particularidades y contextos que los hacen únicos y por tanto diferentes unos de otros. Manejan además la tesis de que para ser visibles los aprendizajes deben ser medibles, usando las retrógradas pruebas estandarizadas principalmente de matemáticas y comunicación, porque plantean que de su logro se puede deducir si el egresado escolar será capaz de desempeñarse como ciudadano productivo. Para ello apelan a las pruebas nacionales (tipo ECE) y las internacionales, especialmente TIMSS y PISA que se suponen capaces de predecir lo que los jóvenes de 15 años lograrán cuando sean adultos de 30 años o más.

Componentes de la nueva educación

Esta necesaria independencia de la educación peruana supone algunos componentes:

1) Profesionalizar la conducción del sector, más allá del Minedu, de modo similar al BCR. Es decir, constituir una entidad autónoma, que convoca a los educadores más experimentados y reputados para crear un organismo rector solvente y estable, que marque la ruta a seguir y que no dependa de los vaivenes políticos que obligan a apagar incendios de coyuntura y corto plazo. Eso jamás permitirá construir una ruta consistente y eficaz hacia las metas de largo plazo que calcen con la visión de futuro del país.

2) Imaginar al Perú como un gran espacio para la innovación educativa, porque intentar reformar aisladamente el currículo, la evaluación, los textos escolares, la formación docente, la inclusión, los registros de incidentes, no produce efecto positivo alguno en tanto no haya una nueva imagen de escuela que integra y alinea todos esos componentes en torno al propósito de una escuela gestora de ciudadanos competentes y socialmente responsables.

Un esfuerzo considerable debe colocarse también en el incentivo financiero y normativo para promover la investigación, ciencia, tecnología y gestación de patentes.

3) Apostar por la autonomía escolar, con prerrogativas similares a las de cualquier universidad, tanto en los privados como entre los estatales. De este modo el equipo de profesionales que conforman la institución educativa puede tomar las decisiones que cada contexto específico demanda o requiere, con cargo a rendir cuentas de lo hecho sin el bloqueo de los permisos previos o el seguimiento fiel de planes, currículos y protocolos “estándar”.

4) Revalorar al director como gestor-líder-decisor y el maestro como investigador y profesional de la educación, confiando en su capacidad de utilizar libremente su criterio para contextualizar su escuela y alumnado y escoger las estrategias más eficaces de trabajo escolar y acompañamiento docente. Por ello su formación debe abrirse a dimensiones inter y multidisciplinarias con dominio del mundo digital, y no solo estrictamente administrativas o pedagógicas.

5) Apuntalar la educación de calidad supone un fuerte financiamiento y atención preferente a los más vulnerables, procurando poner a todos en condiciones favorables para el aprendizaje. Un esfuerzo considerable debe colocarse también en el incentivo financiero y normativo para promover la investigación, ciencia, tecnología y gestación de patentes, especialmente las que ayudan a resolver los problemas típicos del Perú o los que pueden colocarnos en el mapa mundial de la innovación, utilizando las ventajas comparativas que tenemos por ejemplo en biodiversidad, pesca, minería, gastronomía y turismo.

6) En tanto se institucionaliza la primera propuesta, convertir al Consejo Nacional de Educación (CNE) en un ente vinculante. Que sea un gran interpelador del estado para enrumbar la educación peruana hacia los fines del Proyecto Educativo Nacional (PEN) colocando en agenda aquello que es prioritario y transformador, capaz de crear una demanda ciudadana en dirección de esas metas.

7) Revisar todas las normas, protocolos y registros que ha producido el sector para integrarlas, simplificarlas, y organizarlas de modo que en el foco de todas ellas esté el bienestar del alumno, el respeto a la institucionalidad escolar y el logro de las grandes metas nacionales.

Un sueño educativo

El Perú necesita un sueño para su educación, con metas realistas que entusiasme y convoque voluntades colectivas, que produzca una sensación de orgullo que no nazca antes de un partido de fútbol y se caiga luego de la derrota, sino que denote que ya somos capaces de levantar la cerviz, porque ya abandonamos el sentimiento de inferioridad e impotencia frente a lo extranjero que nuestro ADN nacional llevó consigo por 500 años.

El Perú necesita reconstruir su imagen de país viable, en el que la educación innovadora lidera la ambición pública y política, porque es el único ámbito en el que todos los peruanos transitan por muchos años de su vida, en el rol de alumnos y luego de padres y abuelos.

La huella que les deja ese paso es la que define si avanzaremos (porque somos capaces y corajudos) o perderemos (porque somos cobardes e incompetentes). Estamos en la puerta de una nueva página en la historia de la educación peruana. Veamos si esta vez cambian el diseño y los colores del libreto.

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