«Tomamos asiento. Súbase la manguita del bracito».

Ayer fui a mi chequeo médico laboral y nuevamente cada enfermera que me atendía me hablaba en esos términos diminutivos.

No puedo dejar de preguntarme por qué existe esta costumbre de usar diminutivos o plurales.

¿Tomanos asiento? le pregunto si ella también de sentará. ¿Manguita? A partir de qué talla se llamaría manga (yo soy extra large). ¿Bracito? Yo mido 1.81 m y tengo brazo largo. ¿ A partir de cuánto se llamaría brazo?

Me hizo evocar la manera como las maestras de inicial (a veces primaria también) le hablan a los niños. A veces también los padres: levántate de la camita, come tu comidita, juega con tus jueguitos y con tus amiguitos, haz tu siestita, tómate una duchita, te contaré un cuentito…

¿Es solo un uso afectuoso del lenguaje o una distorsión inconsciente de una población no acostumbrada a decir las cosas como son, y buscar fórmulas más suavecitas para decir las cosas?

¿Se gana algo hablándoles así a los niños, minimizándolos como si fueran bebes? ¿Tan grabado queda eso como para que se use también inconscientenente con adultos?

Quién sabe puede ser un buen tema de tesis para un estudiante que quiera graduarse en psicología.

A mí no deja de hacerme ruido mental escuchar esas expresiones, tanto en adultos como en niños, que son personas enteras, y no «pequeños adultos»

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03 03 2019 ¿Son posteos triviales, inocuos? (Escepticismo ilustrado)

A veces posteo comentarios que algunos pueden considerar triviales, como el reciente sobre el uso de diminutivos cuando se les habla a los niños y adultos, y también posteos que me muestran escéptico respecto temas que aluden a logros o avances en sus campos, especialmente cuando usan puntajes o estadísticas como soporte, como en las ECE o PISA.

Lo que ocurre es que esta página de FB no está pensada para visitantes ocasionales sino para los frecuentes, y pretende generar en ellos una manera de aproximarse a la construcción del conocimiento con una fuerte dosis de escepticismo y espíritu de confrontación hacia la información que aparece en los medios y las redes. Esto es parte de un esfuerzo educativo para no dejarnos llevar por lo que otros dicen sin cuestionar su validez, su origen científico, sin confrontarlo con posturas alternativas u opuestas, -que son males heredados de una educación memorista, enciclopédica, de verdad única oficial-.

Solo luego de ello es que deberíamos tomar una posición.

Esta capacidad de confrontar y cuestionar para entender mejor es un ejercicio democrático formativo que yo trato que esté presente constantemente en niños, jóvenes y adultos. Es una de esas claves que llevan a la búsqueda de innovar para mejorar.

Le hace mucha falta al Perú para saltar de los clisés y (sin)sentidos comunes tradicionales paralizantes, burocráticos y corruptores, como por ejemplo: para ser buen político hay que mentir, aprovecha tu cargo para beneficio personal, por ahora hazlo y luego arreglamos, etc.

Es fundamental entrar a esa dinámica de confrontación continua para descartar los argumentos falsos o inútiles y construir otros que nos saquen del pantano ético, político y de rezago científico en el que sobrevivimos en el Perú.

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