No recuerdo nada de lo que estudie para contestar el balotario de preguntas que el Ministerio de Educación elaboraba en mi época escolar para evaluar a los alumnos al final de año. Sin embargo, aprendí los días previos todo lo que se necesitaba para pasar ese examen y saqué 18.

No recuerdo nada de lo que me preguntaron en el examen de ingreso de la UNI sobre cultura general, sin embargo saqué uno de los primeros puntajes para ingresar. (Al decir “recuerdo” no me refiero solo a retener en la memoria, sino a poder usarlo para otros fines. Por ejemplo, alguien que pueda relacionar lo que aprendió en Anatomía para entender los efectos que producen ciertas lesiones o enfermedades -digamos, la diabetes, o tener la presión alta- en el cuerpo humano).

Desde entonces me vengo preguntando no solo para qué sirve ese abultamiento de datos memorísticos en la mente que se insertan en la memoria días antes de un examen y duran sólo un par de días en ella, -y por lo tanto son irrelevantes-. Pero más importante aún: si quiero saber qué es lo que alguien sabe sobre algo ¿no debería averiguarlo de modo espontáneo e inopinado, sin que sepa que lo estoy evaluando? En el caso de exámenes masivos como las evaluaciones censales, ¿no debería tomarse de modo sorpresivo, sin aviso previo, sin entrenamiento? ¿Qué están evaluando las ECE cuando los alumnos están sometidos a entrenamientos con simulacros, semana a semana, para rendirlas? ¿Lo que saben realmente o lo que aprendieron para el examen? ¿Cómo hubieran salido en las pruebas sin ese entrenamiento? ¿Cuánto les queda meses después de todo ese aprendizaje? O peor, aún, ¿qué pasa cuando tienen que poner en juego los conocimientos y competencias que se supone que han aprendido a la luz de esas pruebas, pero en contextos distintos, con preguntas distintas, en situaciones de la vida real que demandan el uso de esas competencias para salir airosos?

Lamentablemente, lo que ocurre es que aprenden para la prueba, pero son conocimientos y habilidades que solo sirven para esa prueba. Como ocurre con los exámenes de ingreso a muchas de las universidades. Ni bien los estudiantes necesitan evocar esos conocimientos un tiempo más adelante o transferirlos a otros contextos, desaparecen, como si nunca los hubieran aprendido.

Siendo así ¿sirven para algo esas pruebas con sus entrenamientos y distorsiones sobre lo que significa aprender?

Quién sabe es hora de profundizar un poco más sobre qué significa evaluar y qué es lo que realmente un alumno “sabe” o “aprendió” -para toda su vida-, no desde los criterios de los economistas que vía BM, BID, PISA, MEF, etc. han invadido con pruebas y mediciones el mundo escolar, monopolizando el sentido de lo que es una evaluación de estudiantes, sino desde los criterios de la psicología y la educación moderna, para las cuales el aprendizaje significativo no pasa por el filtro de esas evaluaciones.

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396 síntomas de fracasos del sistema educativo en Chile. Simce en Chile, ECE en Perú, PISA y TIMSS a nivel global, como indicadores de calidad de modo totalmente descontextualizado y restrictivo, ignorando además todo el mundo no cognitivo y de habilidades blandas. Cabría preguntar también si los colegios con mejores puntajes en esas pruebas, realmente son escenarios de educación de calidad o fábricas de preparaciones estresantes de alumnos para rendir esas pruebas, al estilo del siglo pasado, para así alimentar la vanidad de los padres y autoridades que viven de esas pruebas y puntajes sin calibrar sus efectos secundarios.

(LT: cambien la palabra universidad por la de colegio y tendrán una propuesta interesante del TEC de Monterrey) Elementos de una nueva visión para la formación universitaria. Inmersión vivencial con enfoque crítico. Trabajo colaborativo y aprendizaje autónomo. La interdisciplinaridad. “Ante un mundo incierto y de cambios constantes, es responsabilidad de las universidades formar personas que desarrollen su propio proceso de aprendizaje autónomo de manera exitosa”