Intentar meterse en la cabeza de otro es tarea imposible. Pensar como piensa el otro, es algo que ni siquiera los experimentados profesionales de la psicología logran, no solo para el caso de criminales, violadores o suicidas, sino si quiera para el común de la gente de su cercanía, sean familiares o amigos. Pensar es algo tan único y personal, que no hay forma de expropiarlo o fotografiarlo.

Aún así nos pasamos la vida intentando comprender lo que piensan otros, y hasta sugerirlo. «Yo en su lugar haría…»

Los analistas procuran comunicarnos lo que ellos asumen que otros piensan. Los psicólogos interpretan lo suyo. Los publicistas y marketeros lo mismo. Pero todo no va más allá de algo intuitivo.

En mi caso, reconozco esta imposibilidad particularmente en el terreno de la política.

Una de las interrogantes que me asaltan con frecuencia en las épocas electorales es la pregunta ¿Por qué alguien vota (o no) por tal candidato?

Los analistas nos tratan de complacer con todo tipo de explicaciones, que además varían de uno a otro. Ninguna de ellas tiene la consistencia como para ser demostrada como cierta y mucho menos para predecir como pensarán la próxima vez los mismos votantes.

Una de esas interpretaciones aleccionadoras que estoy esperando sin suerte hace tiempo es la que me ayude a entender qué pasa por la cabeza de gente tan inteligente como Keiko Fujimori y Pepe Chlimper y otros del entorno, al frente de su partido.

Es tan notorio que sus estrategias y acciones políticas lo único que logran es consolidar el «anti» y el desplome del partido y su familia… pero no pasa nada.

¿De dónde viene esa parálisis y dificultad para replantear su visión y estrategia? ¿Sus mentes están tan atrapadas por su hígado y soberbia que se nublan y los hace impermeables a los datos de la realidad? ¿Interpretarán su masiva derrota electoral con explicaciones que ni ellos mismos creerán y como un percance superable con algunos gestos simbólicos?

El Perú necesita de ellos un legado distinto. Hacer de la vocación de superación de dificultades un leitmotiv genuino. Sacar al Perú del paquete de países prescindibles e inviables para colocarnos en el mapa mundial de los países que le aportan a la humanidad su genio creador, capacidad de innovación, un pragmatismo eficaz, mucha originalidad en la gestión pública, educación de vanguardia que sea admirada por Singapur y Finlandia…

La suma de Vizcarra y Keiko (y al menos Muñoz ahora en Lima entre otras autoridades que tienen buena predisposición) dibujan un escenario de un posible gana-gana al alcance de la mano…

Sin embargo, nada de esto tiene sentido más allá del wishful thinking, porque no tengo idea de qué pasa por sus cabezas.

Solo me queda desear que sus simpatizantes, allegados, analistas y voces del llano los ayuden a darse cuenta de la importancia de salir ya de lo que parece un prolongado duelo pos-electoral del 2016, porque sumado al del 2018 ya será terminal y le quitará al Perú una oportunidad para construir su grandeza.

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