Si los maestros realmente creen en el bienestar de los alumnos como la razón de ser de su profesión, no cabe convertirlos en las víctimas de sus acciones políticas. Eso es lo que ocurre cuando las huelgas magisteriales perturban las rutinas familiares y en particular las de la asistencia escolar de sus hijos, que quedan a la deriva abandonados por los docentes causantes de esta paralización.

Sumado a ello, preocupa la poco democrática actitud de agresión o intimidación a los maestros que quieren asistir a clases, lo que es inconsistente con los valores del respeto a quienes piensan diferente que queremos inculcar a los alumnos.

Me sorprende que docentes que pretenden ser profesionales competentes no hayan logrado aún generar mecanismos de acción política capaces de sacar adelante sus reivindicaciones sin afectar de manera tan directa la vida de sus alumnos.

También pretender que en 3 años se incrementen remuneraciones inviables para el presupuesto realista del próximo trienio.

Quienes nos identificamos con la importancia del reconocimiento a los docentes y sus justas reivindicaciones, no podemos aceptar que los alumnos sean las víctimas de sus estrategias de lucha política y social.

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