Correo 28 04 2017

De la visita a Dinamarca encuentro aún retrógrada la exigencia de la “elección vocacional” temprana a los 15 años al terminar la primaria (9 años), basada solamente en el desempeño escolar. Opta entre seguir con la secundaria académica (más prestigiada rumbo a la universidad), la tecnológica, la artística, o dar por terminada la ruta escolar. Esta elección está definida fuertemente por los profesores, psicólogos y padres más que por los alumnos. Ello produce un buen porcentaje de alumnos que deciden no seguir sus estudios de secundaria y otros que elegirán una carrera que no los hará muy felices y a la que no le dedicarán demasiado esfuerzo.

¿Por qué no permiten que los alumnos terminen la secundaria comprehensiva sin tanta presión y les dan una pausa pos-secundaria para ganar experiencia, viajar, trabajar, explorar sus talentos y pasiones antes de entrar al “tubo sin salida” de una opción de estudios superiores?

En su caso, el sistema educativo responde a las necesidades de un Estado que necesita que a la brevedad los jóvenes ingresen al mercado laboral y paguen sus impuestos, porque es la única manera de darle sustentabilidad al estado de bienestar y mantener a sus adultos mayores. (Ojo que cada persona paga acá entre 40% y 60% de sus ingresos en impuestos).

Esta es una dimensión cuestionable de todo este sistema educativo europeo que presenta similares problemas en diversos países. No existe este proceso de pausa para cerrar un ciclo, consolidar las experiencias acumuladas y explorar nuevas rutas que no estén predeterminadas por el limitado criterio del desempeño escolar.

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