Publicaciones científicas perjudican a los pacientes, afirma Trahtemberg

¿Ud. diría que un médico que lee asiduamente lo que se publica en las revistas especializadas está actualizado? Ben Goldacre con su libro Bad Pharma (2013) demuestra que no, profundizando en diversos casos que abarcan antidepresivos, estatinas, drogas para el cáncer, pastillas para la dieta el Tamiflu, etc. Demuestra que esos médicos están implementando aquello que la industria del ramo quiere que crean que es la mejor opción para sus pacientes, sin que necesariamente lo sea.

Al no haber acceso a los datos de prueba que cada vez más se obtienen de poblaciones de indigentes no comparables repartidas por todo el mundo, no haber suficiente rigor de los reguladores autorizar tratamientos -así sean inferiores a otros ya existentes en el mercado-, sumado al hecho que no se publican los efectos secundarios que se observan a lo largo del tiempo, el “saber científico” al que tienen acceso los médicos y pacientes queda modelado al gusto de la industria interesada.

Las revistas especializadas tienden a publicar solamente investigaciones que producen resultados positivos para el auspiciador.
Ben Goldacre sostiene que hay un serio conflicto de intereses entre quienes financian la investigación biomédica, los resultados obtenidos y la publicación que se hace de ellos en las revistas especializadas. Demuestra cómo tienden a publicar solamente investigaciones que producen resultados positivos y tienden a declinar publicarlas cuando los resultados son adversos.

Por su parte los investigadores no mandan a las revistas científicas sus estudios cuando los resultados son desfavorables no solo porque suponen que no serán publicados sino porque sienten que generará presiones negativas de parte de quienes financian la investigación.

Por si fuera poco los financistas de revistas y congresos académicos controlan a los invitados que presentarán los resultados que luego se divulgarán De ese modo, los médicos o siquiatras desarrollan su saber especializado basado en esas publicaciones, tratan a los pacientes según esas pautas perjudicándolos y estafan la buena fe de los individuos que se ofrecieron para someterse a la investigación con el objeto de que sea útil a la ciencia.

Las únicas ganadoras son las empresas farmacéuticas y afines productoras de los medicamentos o productos que serán dados al conocimiento del público.

Por si fuera poco obligan a los investigadores a firmar contratos de confidencialidad que les prohíbe divulgar los hallazgos y pueden suspender una investigación si es que los resultados que se van obteniendo no son satisfactorios.

Por ejemplo Dickersin, Min y Meinert siguieron 737 estudios aprobados por las dos juntas de revisión institucionales que sirven a las Instituciones de Salud de Johns Hopkins -la Escuela de Medicina y Hospital y la Escuela de Higiene y Salud Pública- encontrando que existe una asociación estadísticamente significativa entre los resultados positivos y la publicación: 81% de la primera y 66% de la segunda. La financiación externa y los múltiples sitios de recolección de datos citados se asociaron positivamente con la publicación. 118 de los 124 estudios no fueron presentados para su publicación. (Factors influencing publication of research results. Follow-up of applications submitted to two institutional review boards. JAMA. 1992 Jan 15;267(3):374-8).

Algunos investigadores independientes han revisado los estudios originales y cuantitativos sobre el alcance, impacto y gestión de esos conflictos con resultados alarmante. Bekelman, Li Y y Gross identificaron referencias de artículos, cartas, comentarios, editoriales, libros y expertos sobre las relaciones financieras entre la industria, investigadores científicos e instituciones académicas, usando 1664 citas de la base de datos de la web de Science vía MEDLINE (enero de 1980 a octubre 2002).

Un cuarto de los investigadores tienen afiliaciones en la industria, y 2/3 de las instituciones académicas son parte de las empresas auspiciadoras
“Aproximadamente una cuarta parte de los investigadores tienen afiliaciones en la industria, y aproximadamente dos tercios de las instituciones académicas tienen participación en las nuevas empresas que patrocinan la investigación realizada en las mismas instituciones. Ocho artículos, que en conjunto evaluaron 1140 estudios originales mostraron una asociación estadísticamente significativa entre el patrocinio de la industria y las conclusiones a favor de la industria, así como con las restricciones en la publicación y el intercambio de datos”. (Scope and impact of financial conflicts of interest in biomedical research: a systematic review JAMA. Journal of the American Medical Association 2003 Jan 22-29;289(4):454-65.).

Sergio Sismondo hizo un estudio similar encontrando evidencias contundentes de que el patrocinio de las compañías farmacéuticas está fuertemente asociado con resultados que favorecen los intereses de los patrocinadores (Pharmaceutical company funding and its consequences: A qualitative systematic review; Contemporary Clinical Trials 29(2):109-13 · April 2008)

La única forma de prevenir estas distorsiones que afectan a médicos y pacientes es tener un comité científico de muy alto nivel en los colegios profesionales y los organismos estatales reguladores, que realmente se propongan proteger a los pacientes y consumidores.