Mis expectativas respecto al nuevo equipo ministerial (León Trahtemberg)

Cuando queremos juzgar la buena educación de los egresados de la escuela, qué es lo que nos interesa o preocupa más: qué evidencien que saben factorizar, diferenciar un huaco Mochica de uno Chimú, repitan la fórmula del ácido sulfúrico, que comprendan una lectura que les resulta ajena y aburrida, que comparen una tradición de Ricardo Palma con una obra de César Vallejo, que sepan cómo identificar cuál es el río más extenso del Perú o el lago de mayor altura; o en cambio, que se sientan fuertes, seguros y confiados; que sepan confrontar a quien los tienta a traficar con drogas para ganar plata fácil, que tengan ojos vigilantes para preocuparse por su seguridad y la de su entorno, que sepan excluirse de una pandilla violenta, que ejerzan una sexualidad responsable y oportuna, que sepan descifrar los trucos del mercadeo que atrapa consumidores ingenuos, que sepan decirle no a los vicios y persuadir a sus amigos a no caer en ellos, que sean voluntarios en los bomberos o en la protección a los desvalidos u otra acción social en la que expresen su disciplina, trabajo en equipo, orientación hacia el logro, perseverancia, tolerancia a la frustración, amor al prójimo y a la naturaleza; que exploren sus talentos y eventualmente que encuentren su pasión…

Sin duda, ambos lados de la moneda son importantes, pero si consideramos que lo segundo es tan o más relevante para la vida presente y futura de nuestros jóvenes y la sociedad en su conjunto, ¿no debería el currículo expresarlo claramente y priorizarlo en cuanto a tiempo y oportunidades de abordaje transversal en el trabajo educativo a lo largo de todos los años de formación escolar?

La realidad es que la escuela le dedica más a lo primero en los hechos, comunicaciones a los alumnos y padres, y en las evaluaciones, incluyendo las censales, aunque declara lo segundo al anunciar sus propósitos y metas. A la par, la sociedad adulta se queja que los egresados del sistema educativo no tienen la formación esperada para ser creativos, innovadores, capaces de transformar positivamente nuestro país en un espacio de paz, tolerancia, progreso, con un ejercicio de ciudadanía responsable y proactiva, preocupada por la vida ética, el medio ambiente, la solución pacífica de los conflictos y el bienestar común.

Ojalá el nuevo equipo ministerial le haga saber a la comunidad educativa toda, de alumnos, maestros y padres, cuáles son las prioridades reales de la educación peruana y se anime a inspirar a todos a dedicarle el mayor esfuerzo a realizarlas, lo que necesariamente va de la mano con favorecer una mayor apertura y adecuación del trabajo curricular y pedagógico de cada colegio hacia esos fines y la mención a esos objetivos prioritarios como ejes de las evaluaciones y los discursos oficiales.

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«Es la educación, estúpido» (Por Anwar Moguel, México). Hoy vi éste artículo sobre los dramas de la sociedad mexicana. ¿Es casual que parezca haberse escrito para calzar con el Perú y cualquier otro país de América Latina? ¿No será que «alguien» nos ha lavado la cabeza para desconectar la escuela de la vida real y hacernos creer que un periodico retoque curricular con pruebas aggiornadas producirá egresados mejor educados? Quizá ya sea hora de empezar a pensar que la buena educación no pasa por pontificar resultados en pruebas censales o PISA sino en tener una imagen de persona bien formada y educada en términos de actitudes y conductas frente a temas de la vida cotidiana que los peruanos quisiéramos transformar, y hacer de eso la médula de nuestro proyecto educativo.

Por ejemplo, si se quiere evaluar el nivel educativo del colegio ABCDE ¿qué datos usa normalmente tanto el Minedu como muchos analistas? Los resultados de las pruebas censales, el % de ingreso a la universidad, y eventualmente la tasa de promoción o repitencia de los alumnos. ¿Qué nos dice eso de cómo son y serán esos alumnos como personas eticas, sensibles al prójimo, con alta autoestima, con una autoimagen de personas valiosas, capaces de ser miembros constructivos de su comunidad; qué nos dice de su nivel de tolerancia a la diversidad, su capacidad decresolver conflictos sin violencia, de ofrecerse voluntario para trabajo solidario y para conciliar cuando sus compañeros están conflictuados; qué nos dice de su autodisciplina y nivel de regulación personal wue le permite distanciarse de los vicios y asumir una sexualidad responsable…

Dirán que eso es difícil de evaluar. Pero por ello es que hay que opacarlo frente a lo que es menos decisivo pero más fácil de evaluar de modo estandarizado e informatizado?

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La educación se ha roto. Hemos enseñado a la gente de la misma forma durante los últimos 100 años y, como hemos crecido en ese sistema, creemos que es normal, pero es una locura.Enseñamos en las escuelas lo que los colonialistas ingleses querían que aprendiese la gente: matemáticas básicas para poder hacer cálculo, literatura inglesa… Hoy no tiene sentido. Tenemos que enseñar herramientas que ayuden a las personas a tener una vida gratificante, agradable y que les llene

En el futuro, si quieres un trabajo, debes ser tan diferente de una máquina como sea posible: creativo, crítico y socialmente experto. Entonces, ¿por qué se les enseña a los niños a comportarse como máquinas? Los niños aprenden mejor cuando la enseñanza se alinea con su exuberancia natural, energía y curiosidad. Entonces, ¿por qué son arrastrados en filas y hechos para quedarse quietos mientras están llenos de hechos? Tenemos éxito en la adultez a través de la colaboración. Entonces, ¿por qué la colaboración en las pruebas y exámenes se llama trampa? Los gobiernos afirman querer reducir el número de niños excluidos de la escuela. Entonces, ¿por qué sus currículos y pruebas son tan estrechos que alienan a cualquier niño cuya mente no funciona de una manera particular? Los mejores maestros usan su carácter, creatividad e inspiración para provocar el instinto de aprender de los niños. Entonces, ¿por qué el carácter, la creatividad y la inspiración son suprimidos por un régimen sofocante de microgestión? Los profesores ahora están dejando la profesión masivamente con lo que se pierde lo invertido en su fromación, en carreras destruidas por el exceso de trabajo y un régimen de trituración espiritual que trae la estandarización, las pruebas y el control de arriba hacia abajo. Cuanta menos autonomía se les conceda, más se les culpa por los fracasos del sistema. Nuestras escuelas enseñan habilidades que no sólo son redundantes sino contraproducentes. Nuestros niños sufren este sistema deshumanizante para nada.