Correo 09 10 2015

Padres y profesores preguntan ¿por qué alumnos capaces e inteligentes no estudian, o desaprueban los cursos?. Parecen asumir que lo natural es que todo joven inteligente que no tiene dificultades de aprendizaje debería aprender lo que le exigen los profesores. No parecen entender que los alumnos aprenden solamente si es que quieren y deciden aprender, y eso se materializa solamente en contextos en los que los alumnos se sienten bien, se sienten escuchados y además le encuentran sentido a los asuntos que se espera que aprendan.

Hay alumnos que no aprenden en defensa propia, porque es su única manera de ejercer rebeldía o resistencia pasiva ante imposiciones de los padres o profesores que consideran carentes de sentido. Por ejemplo alumnos que se aburren en clase, o tienen mal vínculo con el profesor, o se sienten agredidos, o resienten un sistema disciplinario autoritario y represivo o un currículo desintegrado y absurdo, así como demandas de tareas tontas y exámenes memoristas o mecánicos que son poco desafiantes para el intelecto. Algunos un poco menos radicales se limitan a estudiar o copiar de otros lo necesario para aprobar los cursos, calculando el esfuerzo mínimo necesario, evitando así las consecuencias negativas de un desaprobado.

Todo esto se clarificaría y eventualmente se desactivaría si los alumnos tuvieran espacios para criticar a la escuela sin ser castigados por ello. Lo que tienen que entender los profesores es que si no ponen la motivación del alumno en el centro de la buena docencia, ellos seguirán resistiéndose a estudiar “en defensa propia”.

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Artículo afin: Pedagogía sexy: recuperemos el placer como el eje de la educación (María Acaso) Desgraciadamente no me equivoco cuando afirmo que el aburrimiento es una de las experiencias que más intensamente he vivido en mi vida como estudiante. Y lo que es infinitamente peor, una de las experiencias que más intensamente he hecho vivir a mis estudiantes en mi vida como docente. Un aburrimiento denso, físico, tupido, de esos que se pueden cortar con un cuchillo; un aburrimiento embotador, narcótico, analgésico que te robaba poco a poco las ganas de aprender. Las experiencias de la escuela, de la universidad, de esa conferencia con un tema maravilloso pero en la que era imposible mantener la atención, están infectadas por el virus del desinterés, de la repetición y del tedio (Continua).

CLASES MAGISTRALES NO CONMUEVEN EL CEREBRO En el año 2010 un equipo de investigadores del Massachusetts Institute of Techonolgy (MIT), en Boston, colocaron a un universitario de 19 años un sensor electrodérmico en la muñeca para medir la actividad eléctrica de su cerebro las 24 horas durante siete días. El experimento arrojó un resultado inesperado: la actividad cerebral del estudiante cuando atendía en una clase magistral era la misma que cuando veía la televisión; prácticamente nula. Los científicos pudieron probar así que el modelo pedagógico basado en un alumno como receptor pasivo no funciona.

“El cerebro necesita emocionarse para aprender”, explica José Ramón Gamo, neuropsicólogo infantil y director del Máster en Neurodidáctica de la Universidad Rey Juan Carlos. Gamo, que estudia las dificultades de aprendizaje de personas con dislexia o TDAH desde hace más de 20 años, observó que en la mayoría de los casos esos problemas no estaban relacionados con esos síndromes, sino con la metodología escolar. Él y su equipo identificaron que el 50% del tiempo de las clases de primaria en España se basan en transmitir información a los estudiantes de forma verbal, algo que en secundaria sucede el 60% del tiempo y en bachillerato casi el 80%.

Basándose en diferentes investigaciones científicas y en las suyas propias, concluyeron que para la adquisición de información novedosa el cerebro tiende a procesar los datos desde el hemisferio derecho -más relacionado con la intuición, la creatividad y las imágenes-. “En esos casos el procesamiento lingüístico no es el protagonista, lo que quiere decir que la charla no funciona. Los gestos faciales, corporales y el contexto desempeñan un papel muy importante. Otra muestra de la ineficacia de la clase magistral”, explica Gamo.

http://economia.elpais.com/economia/2016/07/17/actualidad/1468776267_359871.html

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