Diarios Regionales 27 09 2015

Identificar las mejores prácticas docentes aporta dos lecciones: una, evidenciar que hay unas que son mejores que otras, y en el extremo, que unas cumplen su propósito y las otras no (y debieran descartarse). La otra, solamente innovando para diferenciarse de las prácticas vigentes se descubre nuevas prácticas que superan las anteriormente conocidas.

Pero atreverse a ensayar una nueva práctica docente supone asumir ciertos riesgos, porque como toda investigación, rara vez al primer intento se obtienen los resultados esperados. Hay que aprender de los errores, confrontarlos, corregirlos, hasta lograr los resultados esperados, o cuando menos, mejores que los anteriormente conocidos. Así avanza la ciencia, y así avanza la educación donde existen contextos que favorecen la revisión autocrítica de los paradigmas vigentes y se anima a los que son capaces a intentar nuevas opciones para procurar mejores resultados.

Si de verdad nos preocupa qué es lo mejor para los alumnos no es posible dejar las cosas como están, ya que es evidente que hay muchas cosas en el sistema educativo que no funcionan bien y que hay muchos niños que no responden bien a los métodos y estrategias actualmente utilizados por la escuela. Ellos merecen que encontremos mejores caminos para llegar a ellos y darles la oportunidad de tener éxito.

Si hubiera que imaginar una analogía, supongamos que un medicamente logra buen efecto en el 60% de los pacientes, ¿debe seguir usándose o deben hacerse investigaciones adicionales o buscar medicamentos alternativos para procurar llegar a tener un buen efecto en lo más cercano al 100% de los pacientes?. Otra analogía útil es la imaginar a Apple, Google o Microsoft. Una vez que logran un buen producto ¿deben quedarse allí o deben buscar opciones más simples, baratas, completas o programas con versiones 2.0, 3.0 etc. para corregir los defectos o carencias de los anteriores y servir mejor al usuario?

En el Perú eso se permite tímidamente a los colegios privados, aunque son pocos los que realmente se atreven a innovar y tienen la espalda para aguantar fracasos que lleven a corregir e intentarlo de nuevo. Eso requiere además entender que un fracaso en un intento de mejora no es realmente un retroceso sino un accidente en el proceso de avance.

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