En “Money for Nothing”, Barry Schwartz muestra la oposición que puede existir entre el sentido común de los economistas y el de los sicólogos y educadores cuando tratan de resolver problemas en educación (2/7/2007, The New York Times). El alcalde Bloomberg de Nueva York aplicó la receta sugerida por el economista Roland Fryer de ofrecer una recompensa de hasta 500 dólares al año a los alumnos de 7mo grado que obtuvieran un alto rendimiento escolar. Asumían la regla económica de que las personas actúan motivadas por incentivos para alcanzar su objetivos, y que mientras más incentivos haya, tanto mejor. Lamentablemente, estas presunciones lineales son falsas. Los sicólogos saben que hay circunstancias en las cuales un incentivo compite con el otro disminuyendo su impacto. Un caso típico es el de los niños que en ausencia de recompensas gustan de pintar espontáneamente en las cartulinas con plumones, pero después de que se introducen recompensas para los mejores, dejan de pintar espontáneamente en ausencia de recompensas. (Las notas cumplen ese rol en los colegios). ¿Qué pasa? A los niños que sienten la recompensa intrínseca de pintar o leer por diversión se les ha sustituido la motivación por un premio externo a su buen trabajo, el cual debilita la recompensa intrínseca. Luego, en ausencia de una recompensa externa (notas), no existe mayor interés intrínseco para pintar o leer. Lo mismo ocurre con los adultos. Cuando se les paga por hacer cosas que les gusta, empiezan a gustar menos de esas actividades de modo espontáneo y hasta dejan de participar en ellas en ausencia de un incentivo económico. La recompensa externa apabulla la motivación interna. Se puede anticipar que el incentivo económico por asistir a clases y rendir mejor en el futuro debilitará aún más la escasa motivación intrínseca por el estudio de los alumnos de Nueva York, aun si en el corto plazo pudiera mostrar algunos buenos resultados. Lo peor del asunto es que este plan distrae a las autoridades de investigar y enfrentar las verdaderas razones por las que los niños no tienen motivación para estudiar. ¿Qué ocurre con las escuelas que transforman a los niños de edad preescolar con enorme entusiasmo natural por aprender en alumnos que al llegar a 4to grado preferirían no ir al colegio? Importante aporte para aquellos profesores que desde edades iniciales convierten a los niños en consumidores de recompensas y notas, debilitando su interés natural por leer y aprender.