Todos contra el Director (Un caso de fenómeno de masas por email) por León Trahtemberg en Revista Padres Cosas # 196 Octubre 2014

Hoy en día en buena parte de los colegios los padres (principalmente las madres) se comunican frecuentemente vía email para intercambiar asuntos escolares de interés, que no pocas veces corresponden a críticas a cierto profesor de sus hijos o alguna norma, actividad o autoridad escolar. Algo que podría ser un buen vehículo para la cooperación también puede serlo para la creación de conflictos. El caso que relataré me ocurrió con las madres de los alumnos de una promoción que egresaba del colegio que yo dirigía, que cuestionaban una decisión vinculada a la disciplina escolar. Esta es la historia (editada para fines didácticos).

En el contexto de la creciente violencia social, hacia fin de año discutimos en hora de tutoría con los alumnos de 5to. de secundaria la importancia de convivir y celebrar las emociones sin golpear o agredira los demás. Hablamos sobe los “apanados” por los cumpleaños o las “tiradas de huevos” a los compañeros menores al terminar el colegio. En ese marco les prohibimos a los alumnos que el último día de clases tirasen huevos a los menores. Les advertimos con claridad sobre la prohibición así como la sanción: se les colocaría D (desaprobado) en la conducta trimestral a los trasgresores, con todas consecuencias que eso traería a sus promedios anuales requeridos para presentarse a las instituciones de educación superior.

Pese a todo, el último día una parte de la promoción tiró huevos a sus compañeros de 4to. año a la salida del colegio. Fueron identificados y al atardecer de aquél día se informó por email a ellos y sus padres sobre la sanción. Los alumnos no se enteraron porque salieron a un campamento. En cambio, sus padres se enteraron de inmediato.

a) Reacción de las madres (17 de diciembre)

Algunas madres, al enterarse del tema, lejos de censurar a sus hijos y motivarlos a procurar una forma de disculpa o reparación, asumieron una conducta muy hostil hacia mí en defensa de sus hijos, la cual se manifestó en varios correos electrónicos que me mandaron y también, en los que circularon entre sí a través de su grupo Yahoo.

Resultaba notable la enorme dificultad de algunas madres para reconocer las faltas de sus hijos y, en consecuencia, promover que ellos asuman su responsabilidad por sus actos y, si cabe, reparar algún daño de propia voluntad. Asimismo, la facilidad con la que algunas madres eran capaces de aplaudirme y elogiarme el domingo de la graduación y de agredirme por correo electrónico a partir del miércoles. Cabe señalar que las que se pronunciaron fueron diez madres de hijos trasgresores. Las otras quince no dijeron nada.

Algunas de esas madres, montadas en cólera, cuestionaban en sus correos electrónicos entre pares mi idoneidad como educador capaz de ponerle límites a las transgresiones de sus hijos; cuestionaban si realmente los alumnos estaban advertidos y por qué no se hizo saber la medida por escrito y de forma previa a los padres; cuestionaban la justicia de sancionar a los alumnos a fin de año; decían que mi actitud expresaba terquedad y mal criterio para sancionar.

Después de 9 días de diatribas y de retornar los jóvenes de su campamento, el líder de los transgresores se comunicó conmigo.

b). Disculpa del alumno líder (26 de diciembre)

Me escribió: “Profe León, desde que regresamos a Lima no hemos parado de escuchar acerca de nuestra experiencia del día que tiramos huevos en el colegio. Todo el tema de la intromisión de las mamás… en fin. Me he sentido muy incómodo. Quería sinceramente pedirte disculpas y hacerte saber que lo que hice estuvo influido por la adrenalina de acabar el colegio y por el próximo año final de mis amigos menores. Nada de esto tiene que ver con faltarte el respeto a ti. Yo siento una gran admiración hacia ti, y me siento muy complacido que hayas sido mi tutor durante todo un año del colegio. Aunque sé que posiblemente no he llegado al nivel que esperabas de mí como alumno, también quiero que sepas que me siento preparado y listo para la nueva etapa de mi vida. Sé que la voy a realizar con éxito porque estoy bien preparado.

Luego de tantas experiencias que hemos pasado juntos, no quiero que te lleves un mal recuerdo de nosotros. De todo corazón quiero desearte lo mejor en el nuevo camino que decidiste tomar y que estés lleno de éxitos como lo has estado siempre. Con mucho cariño, G.”

c). Mi réplica al alumno líder (27 de diciembre)

Querido G, te agradezco tu correo electrónico, que habla bien de tu valor para enfrentar las situaciones difíciles. Quiero que sepas que así como los padres al censurar o castigar a sus hijos por una mala conducta no dejan de quererlos -más bien expresan su amor y preocupación por ellos precisamente censurándolos o castigándolos cuando corresponde-, lo mismo ocurre con los maestros. Cuando castigamos o expresamos nuestras decepciones no es para debilitar las relaciones con nuestros alumnos, sino para hacerles notar la importancia que le atribuimos a lo sucedido, de modo que lo tomen en cuenta en situaciones futuras.

Mi expectativa es que aun cuando fluya intensamente la adrenalina en los momentos más alterados de tu vida, no pierdas el control, sepas contenerte, sepas poner una línea divisora entre lo que está bien y lo que no lo está, y no tengas que trasgredir para luego arrepentirte o asumir las consecuencias negativas de tus actos.

Ser líder es un rol complejo. Por un lado, es un privilegio poder sentir que tienes influencia, que la gente te admira, te escucha, te busca, las chicas quieren estar con el líder, no tienes que preocuparte por quedarte solo… Pero por otro lado, es una enorme responsabilidad; puedes usar el liderazgo para beneficio propio, para mover a otros hacia una actividad trasgresora o para orientar alguna acción que posibilite el bien común.

Imagínate si alguno de tus compañeros hubiera dicho: “Vamos a tirar huevos a 4to. año. No importa que nos castiguen” y tú te hubieras plantado al frente para decir “De ninguna manera. Me parece inaceptable, inmaduro, infantil, y aunque yo sea el único que no tire huevos, no cuenten conmigo”. ¿Cuántos hubieran ido a tirar huevos? Esa es la responsabilidad del líder.

G, tu eres líder. Espero mucho de tí. Mi confianza en ti no se ha reducido en un gramo. Tu correo electrónico es solamente una muestra más de tus calidades. Solo deseo que no te dejes vencer por la tentación de la transgresión, así sea cuando consideres que los riesgos están bien calculados. Con mucho cariño, León.

5) ¿Ganaron algo con el bullying al director?

Este papelón que hicieron las mamás ante el colegio y sus hijos poco los ayudará a enfrentar las situaciones de la vida que tendrán que encarar sin la sobreprotección (castradora) de los padres. Convertirme a mí en la piñata y chivo expiatorio de sus dificultades de manejo con sus hijos no los ayudará en nada.

Este caso me sirve para ilustrar cómo funcionan los fenómenos de masas de padres vía emails, que desestabilizan al colegio o a sus autoridades que con ello solo dañan la posibilidad de educar a sus hijos. Sirve además para mostrar cómo funciona el bullying, en este caso no entre los niños sino en relación a una autoridad. Unos cuantos líderes asumen una posición agresiva y hostil (hacia mí, en este caso) y de pronto otros se suman y los demás los avalan con su silencio. ¿Qué hubiera pasado si una voz sensata de los padres se hubiera atrevido a intervenir y decirle a las madres desbordadas “oigan, no estoy de acuerdo con sus emails. Los jóvenes sabían lo que hacían, fueron trasgresores, merecen la sanción pre anunciada y espero que se cumpla, aunque eso afecte a mi hijo. Prefiero que aprenda la lección ahora y no cuando sea tarde. Yo creo que León ha actuado bien”.

Hubiera bastado una voz “contra corriente” para que los demás tengan que pensar dos veces su posición. Es esa misma voz que seguramente quisieran que se escuche en cada salón de clases cuando se presenta un caso de bullying contra su hijo o hija.

En el futuro y para situaciones similares, sería bueno que los padres mediten bien sobre la capacidad que tienen estas ligerezas de hacer daño al colegio o dejar que otros lo hagan, debilitando la solidez y prestigio de la institución en la que han confiado para la educación de sus hijos.

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