Correo 03 10 2014

¡Qué lindo! Ataque al niño

¿Cuántas veces al día los padres de niños pequeños le dicen «qué lindo» como reacción a cualquier dibujo, composición con objetos o materiales plásticos que hacen? Esa reiteración de elogios puede terminar golpeando su independencia, libertad, capacidad de expresar lo que emerge de su mundo interno sin ninguna intención de ser evaluado o premiado. Esa tendencia a decirle «qué lindo» puede condicionarlo para que se angustie cuando no le digan nada o le digan «qué feo» (alguna vez). Lo están convirtiendo en «agradador de los adultos», «buscador de reconocimiento» más que alentar el desarrollo de su alma autónoma que desea expresarse con libertad, espontaneidad, que intenta explorar las diversas formas y composiciones que sus manos son capaces de producir, sin más objetivo que expandirse hacia el exterior.

«Qué lindo», «bravo», «qué inteligente eres» son mensajes que muchas veces atacan su alma libre.

Si no se calificara tanto al niño y en cambio solamente se le proveyera de materiales y estímulos para que explore el mundo libremente, sin juicios de valor, ¿llegará a ser más o menos autónomo y creativo que si a cada rato se califican (ponen notas) a sus actos?

Cuando posteé esto en Facebook algunos comentaristas me escribieron: «¿Qué sugieres?». Posiblemente, estos sean esos niños -hoy adultos- a quienes en su infancia les decían qué hacer ante cualquier impasse. ¿Tan difícil es imaginar otras opciones que no sean solamente juzgar y calificar los actos de los niños?

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Artículo afin:

Un efecto secundario inquietante de la alabanza. A Troubling Side Effect of Praise (Edutopia) Los jóvenes estudiantes que son elogiados por ser inteligentes tienen más probabilidades de hacer trampa, según encuentra un estudio reciente. (LT: lógico, porque temen que las próximas veces si fallan pierdan el reconocimiento por su inteligencia)