LOS MEDIOS: LA BATALLA GANADA POR LOS PALESTINOS
Por León Trahtemberg

Sacar la cara y explicar con éxito la posición de un país como Israel que es percibido como “fuerte” y responsable de los daños ocasionados a los palestinos que son percibidos como “víctimas” de una agresión asimétrica, es una tarea muy compleja. A veces en plena situación de conflicto en el que corre sangre lo único que se puede lograr es un cierto control de daños, con cargo a una reparación de imagen “al día siguiente” del cese de la violencia. Hacerlo cuando el percibido como fuerte o agresor no ha preparado el terreno para los momentos de crisis, es tanto más difícil.

En ese sentido la comunidad palestina mundial ha hecho un mucho mejor trabajo que la comunidad sionista en relación al tema palestino-israelí en el Medio Oriente, salvando siempre algunas excepciones que se pierden en la inmensidad del tema.

Desde 1967 en adelante, la imagen pública de los terroristas palestinos se ha purificado a pesar de que los antiguos Fataj, OLP, Frente Popular para la Liberación de Palestina, Yihad Islámica Palestina entre otros y los más recientes Hamas y Hizbollah han sido considerados grupos terroristas palestinos proscritos (algunos lo son hasta hoy), que usaron no solo el terrorismo local sino el internacional para avanzar sus objetivos. Eso incluyó atentados fuera de Israel como los que destruyeron la embajada de Israel y la Amia en Argentina, la matanza de atletas israelíes en Munich, los secuestros y voladura de aviones, y los múltiples atentados contra israelíes y judíos por todas partes del mundo en sinagogas, cementerios, tiendas y restaurantes judíos, consulados y embajadas israelíes, etc.

¿Qué tenemos hoy? Medios y públicos que son indiferentes a los crímenes contra cientos de miles de cristianos y árabes por parte de grupos radicales violentistas islámicos como en Siria, Libia, Egipto, Irak, Sudán, Afganistán y una gran tolerancia y hasta interlocución con grupos terroristas palestinos proscritos por las grandes potencias que piden la paz en el Medio Oriente, al lado de una acusación generalizada a Israel como el causante de todos los males de la región.

En el plano de las relaciones políticas no-públicas hay una gran comprensión de la postura israelí inclusive desde países árabes de los que difícilmente se podría imaginar tal consideración, como Egipto, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Jordania, además de las grandes potencias. Éstas en público dicen una cosa pero por lo bajo juegan sus propios partidos para cuidar mercados y flujos de gas y petróleo del mundo árabe así como cuidar las necesidades de seguridad interna amenazada por los grupos extremistas islámicos.

¿Qué es lo que ha pasado entonces? El mundo árabe e islámico, usando particularmente la causa palestina como bandera, ha hecho un trabajo de hormiga muy bien financiado para tener presencia e influencia en los más importantes medios de comunicación, agencias noticiosas, centros académicos, universidades y ser muy visible en instituciones deportivas populares como en el caso del fútbol (Barcelona, París Saint Germain y Real Madrid), o carreras de automóviles fórmula 1. Han organizado estratégicamente sus relaciones comerciales para poder ejercer presión en momentos cruciales sobre los diversos países o empresas (como las armamentistas, alimenticias, de vestimenta y tecnológicas).

Por su parte Israel y el mundo sionista han hecho muy poco en el tema. Una mezcla de soberbia por una causa que la consideran autoevidente y justa, un apego a la alianza con unos cuantos países que son los decisivos en la constelación de poderes mundiales, sumado a la impotencia anticipada sobre las posibilidades de lograr algo en ambientes hostiles. A ello se agregan la confianza en amistades o relaciones personales para lograr comprensión sobre la causa de Israel, voluntarismo comunitario judío sin una maquinaria eficaz de comunicaciones y relaciones públicas, ausencia de estrategias publicitarias y vocerías calificadas, y un desaprovechamiento de las posibilidades de financiar la apertura de espacios de escucha para hacer comprensible la postura israelí.

A ello se suman muchos dirigentes comunitarios judíos sionistas de perfil bajo que asumen los cargos de liderazgo por el prestigio y capacidad de incidir que eso les da dentro de las comunidades, pero que a la hora de que hay que dar la cara al mundo externo prefieren apelar a otras figuras que puedan hacer una eventual contribución a la causa (con notorias aunque insuficientes excepciones en algunos países).

Comparada con la militancia de alto nivel de las dirigencias palestinas, esta fragilidad sionista no puede producir resultados comparables con el que logran los dirigentes palestinos de perfil alto, incluyendo en el caso peruano a los parlamentarios que se pasean por el Congreso aplaudiendo la causa palestina.

La batalla en los medios no es la batalla por descubrir quién tiene razón, sino quién es capaz de hacer sentir al mundo que su causa es la justa. Y si bien la opinión pública mundial es un ente no tangible y manipulable en cuyo escenario no se definen las decisiones estratégicas de cada país que actúa en defensa de sus intereses más privados, no deja de ser un espacio que modela el pensamiento de los votantes de los políticos que aspiran a ser electos para gobernar.

Si Israel y las comunidades judías quieren ver mejor representada su posición, deben trabajar con más inteligencia, perseverancia y continuidad en esa dirección.

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