Correo 04 07 2014

Con motivo del Día del Maestro algunos profesores recordamos particularmente a ciertos alumnos porque a través de ellos aprendimos algo importante que dejó huellas en nuestra manera de ser maestros.

Recuerdo en particular a una alumna que me enseñó qué significa evaluar. Tenía una alumna que frente a notas 12 ó 18 era totalmente indiferente, hasta que ensayé reemplazar la evaluación tradicional por un comentario personal. Frente a una linda reflexión en un trabajo suyo le escribí que yo disfrutaba mucho de leer lo que ella escribía porque siempre encontraba ideas originales que me impactaban positivamente y hacían reflexionar, reflejando un especial estilo de razonamiento y redacción que quizá valía la pena cultivar.

Al leer mi comentario, vi que se conmovió. Le brillaron los ojos. Nunca más necesitó que le ponga una nota. Nunca dejó de entregar puntualmente sus trabajos. Ella empezó a disfrutar de hacer sus propios trabajos a partir de la retroalimentación que suscitaban. Hasta que no necesitó más de leer mi retroalimentación. Ese se convirtió en su estilo habitual con todos los profesores.

Experiencias como era fueron modelando mis convicciones, ayudándome a desaprender aquella forma de evaluar que solía usar por años para reaprender aquello diferente que tenía mucho más potencial educativo.

En un 6 de julio como el de hoy en el que se suele homenajear a los maestros, les agradezco a mis alumnos lo que me enseñaron para hacer de mí un mejor maestro.

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