Cada vez que escucho la frase “vacaciones útiles” me invade una sensación de incomodidad. Por un lado ¿puede haber vacaciones inútiles? Si son vacaciones, casi por definición deberían ser útiles. Una vacación inútil sería aquella en la que uno hace cosas que generan malestar, tedio, ansiedad, molestia, demandando esfuerzos sin mayor satisfacción. Por otro lado la palabra “útil” parecería aludir a la antítesis de “inútil”, lo que implicaría que el año escolar usualmente es inútil y las vacaciones son el momento adecuado para hacer algo útil antes de que se reinicie el nuevo año escolar.

Probablemente todas ellas apliquen al caso de los alumnos que salen de vacaciones al terminar el año escolar, según sea el caso. Hay alumnos que disfrutan más de las vacaciones útiles que de las clases escolares regulares, que las sienten como tediosas, desgastadoras, aburridas (inútiles). Pero también hay alumnos que evitan o evaden las vacaciones útiles por considerarlas una extensión inútil de las clases escolares inútiles.

Si a un alumno le cuesta trabajo aprender matemáticas o inglés durante el año escolar y le asignan “por su bien” clases de recuperación de matemáticas o inglés en el verano ¿sentirá las vacaciones como un espacio reparador o como un ingrediente más para su asfixia, una prolongación de la vida escolar que no se interrumpe con las vacaciones? Para él ¿esas serán vacaciones útiles o inútiles?

El otro lado de la moneda es el de las vacaciones en las que el alumno disfruta mucho porque “por fin” puede dedicarse a hacer cosas que le encantan. ¿Por qué tiene que ocurrir ese disfrute solo en vacaciones?

¿Por qué no puede ser la vida escolar rutinaria un espacio de disfrute continuo de experiencias de aprendizaje y sociales que ayudan a crecer?

Para que las vacaciones sean productivas para los niños, al igual que ocurre con los adultos, deben ser reparadoras, oxigenar el cuerpo, la mente y el alma. Eso significa salirse de la rutina, dedicarse a hacer cosas con las que uno disfruta plenamente y evitar aquellas que en la rutina desgastan física o emocionalmente.

No se trata que los alumnos no enfrenten situaciones que les generen dificultades o frustraciones. Es bueno que las cosas no les vengan fáciles, que tengan que tolerar la frustración y aprender a esforzarse mucho para alcanzar logros. Pero una cosa es esforzarse con interés y deseos de hacer las cosas bien y otra es enfrentar cosas tediosas, aburridas, insulsas, que sean sentidas como irrelevantes para sus vidas.

Un atleta apasionado con su especialidad y con alta motivación de logro que se dedica horas y horas al entrenamiento diario para mejorar su técnica y sus marcas ¿se siente abrumado, aburrido, desgastado, o más bien siente que alimenta su pasión y disfruta acercándose a su meta aunque en el camino tenga que soportar la dureza de un entrenamiento intensivo?

Un arquitecto apasionado con su profesión que se trasnocha haciendo diseños hasta lograr el óptimo ¿se sentiría igual cargando ladrillos o planchando camisas por el mismo número de horas?

La principal decisión que tienen que tomar los colegios es si quieren que los alumnos se sientan encarcelados, condenados a 11 años de escolaridad para tener derecho a postular a una universidad sin derecho en ese proceso al disfrute y desarrollo de sus intereses, limitándose a cumplir sus obligaciones porque son éstas las que definen si avanza o no en su escolaridad, o en cambio, si quieren que los alumnos la pasen bien durante su vida escolar. Como dije, “pasarla bien” no significa que no haya dificultades que superar, frustraciones que tolerar, obligaciones que asumir. Significa que los alumnos le encuentren sentido a lo que hacen, y encuentren un balance entre las tareas agobiantes y aquellas que les producen satisfacción y les dan el alimento emocional y pasional necesario para seguir en el camino del progreso personal, juzgado así no por los demás sino por sí mismo.

Artículo afín:

Niños, a aprender de las vacaciones (El Tiempo, Colombia, 21 de junio del 2015) Los escolares que logran un mejor rendimiento después del receso escolar son aquellos que van más al parque, a la playa, a la piscina, a los museos, al cine y a los zoológicos, y además toman más clases de natación, danza y actividades deportivas. Esto sugieren análisis como el famoso informe Coleman (uno de los más polémicos e importantes estudios en educación del siglo XX) e investigaciones como la que llevó a cabo la Universidad Johns Hopkins, en Estados Unidos.

Aburrirse y quedarse en casa también son buenos planes para vacaciones. (El Tiempo, Bogotá, 10 12 2016) Expertos dicen que los niños deben descansar y romper con la rutina, no saturarse de actividades.