Con frecuencia me preguntan porqué los alumnos de hoy no respetan a los profesores, porqué se ha perdido la autoridad del docente. Si bien hay maestros que no se merecen el respeto por su falta de entrega y seriedad profesional, otros que sí merecerían el respeto no siempre cuentan con él.
Creo que la primera pregunta no es porqué los alumnos no respetan a los maestros sino porque la sociedad adulta no los respeta. Gobierno tras gobierno en los últimos 40 años -en nombre de la sociedad nacional- les han faltado el respeto permitiendo que sus remuneraciones caigan al nivel de los guachimanes o canillitas, y convirtiéndolos en obreros de la educación que tienen que limitarse a cumplir rigurosamente lo prescrito por el ministerio de educación a través del currículo, textos únicos, y normas reglamentarias. Lejos de expresar el respeto profesional que tienen en Finlandia o Singapur, donde ganan más y tienen mejores condiciones de vida que los médicos o ingenieros de la actividad pública, y donde se respeta sus decisiones autónomas en la conducción de sus clases, en el Perú se les considera técnicos de mando medio sin respeto alguno a su independencia de criterio y profesionalismo.
Agreguemos a eso la propia crisis de autoridad al interior de las familias y la del propio estado peruano, que es sistemáticamente derrotado por contrabandistas, narcotraficantes, taladores ilegales de árboles, sembradores ilegales de coca, invasores de terrenos privados, tomadores de carreteras que en sus mesas de diálogo imponen sus condiciones ante las cuales la autoridad se arrodilla (aún cuando formalmente advierte que no va a negociar con ellos).
¿Cómo una sociedad que no tiene establecido y reconocido el valor de la autoridad puede exigirle a los alumnos que respeten la autoridad de los maestros?
Si el gobierno de Ollanta Humala lograse restablecer el principio de autoridad, se producirá un chorreo hacia abajo que sin duda se expresará también en las instancias ministeriales y escolares. De no ocurrir, salvo que los colegios (privados y públicos) hagan una titánica tarea de ir contra corriente y hacer valer su autoridad, seguiremos lamentando su ausencia.